Crítica: Un poeta
por Jan Lumholdt
- CANNES 2025: Simón Mesa Soto pinta un cómico y reflexivo retrato de un fracasado poeta con el que apetece empatizar

Las dificultades de un artista en apuros, que sufre y se siente incomprendido (según sus propias palabras), pero que también es visto por la mayoría como un vago quejumbroso, se retratan con generosidad en Un poeta [+lee también:
entrevista: Simón Mesa Soto
ficha de la película], ambientada en Medellín y presentada en la sección Un Certain Regard del 78.º Festival de Cannes. La película marca la tercera participación del director colombiano Simón Mesa Soto en la Croisette, tras haber ganado en 2014 la Palma de Oro al mejor cortometraje con Leidi.
“Hola, me llamo Óscar. Estoy en paro y vivo con mi madre”. Parafraseando a George Costanza, esta podría ser la presentación adecuada del antihéroe de esta historia. En cambio, Óscar (interpretado por Ubeimar Rios) grita: “¡SOY POETA!”, lo cual puede ser cierto, pero no basta para pagar las facturas, ni siquiera en el bar. Conduce el coche de su madre mientras escucha canciones cursis de AOR, compadeciéndose de sí mismo. Pide dinero prestado a su hija adolescente, de quien está distanciado, y contempla con admiración la foto que cuelga sobre su mesita de noche: su gran ídolo y compatriota, el poeta José Asunción Silva, que se suicidó a los 30 años de un disparo (aunque Óscar parece más próximo al estilo de vida de Bukowski).
La época dorada de Óscar en la escena poética nacional está representada principalmente por dos cuadernos de bolsillo desgastados de cuando tenía veinticinco años, hace ya más de 30. Aun así, es bienvenido (o al menos tolerado) en el club de poesía local, donde sus modales prepotentes son algo habitual en ese entorno, poblado principalmente por bohemios de mediana edad como él.
Por suerte (o por desgracia para Óscar), su siempre paciente hermana Yolanda (Adriana Upegui) le ha encontrado un trabajo como profesor en un instituto local. Tras protestar una vez más porque (por si no lo sabíamos) es un poeta, decide valientemente cargar con su cruz (es decir, mezcla su termo de café con alcohol) y se presenta en clase. Por azar (o un deus ex machina en el guion), una de sus nuevas alumnas, llamada Yurlady (Rebeca Andrade), resulta ser también escritora. No es que ella lo sepa o le importe: parece más interesada en su nuevo esmalte de uñas brillante, pero lleva consigo un cuaderno con escritos y dibujos que hace que Óscar se olvide de su termo.
En la cadena de acontecimientos que se desarrollan a continuación, Mesa Soto logra, a veces evocando a Ken Loach, abordar con humor y reflexión temas sociales (la numerosa familia de Yurlady vive en una de las zonas más empobrecidas de la ciudad), el mercantilismo en las artes (el cínico director del club de poesía le pide a Yurlady que escriba sobre su “sórdido” barrio, algo que ella nunca haría), los problemas de crianza (el fracaso de Óscar como padre) y, por último, pero no menos importante, las esperanzas y sueños de hacer las cosas bien por una vez (Óscar ve en Yurlady la oportunidad de convertirla en esa gran poeta que él nunca fue, o todavía no ha llegado a ser). A pesar de todos sus defectos, acabamos empatizando con Óscar. Su obstinada resistencia bien podría ganarle un lugar junto a Asunción Silva sobre su mesita de noche, o incluso un poco más arriba, ¿por qué no?
Un poeta es una producción de Ocultimo (Colombia) y Medio de Contención Producciones (Colombia), coproducida por ma.ja.de Fiction (Alemania), ZDF Das kleine Fernsehspiel/ARTE (Alemania), Momento Film (Suecia) y Film i Väst (Suecia). Sus ventas internacionales corren a cargo de Luxbox.
(Traducción del inglés)
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