PELÍCULAS / CRÍTICAS Países Bajos
Crítica: I Shall See
por Sevara Pan
- El primer largometraje de Mercedes Stalenhoef explora las dificultades que afronta una adolescente que pierde su vista

Explorando el tema del sueño y la ceguera en su ópera prima de ficción, I Shall See [+lee también:
tráiler
ficha de la película] (estrenada mundialmente en el IFFR 2025), la cineasta holandesa Mercedes Stalenhoef presenta la historia de una adolescente, Lot (Aiko Beemsterboer), que pierde la vista en un trágico giro de los acontecimientos. Este drama iniciático forma parte del programa EUROPE! Voices of Women+ in Film, una iniciativa de European Film Promotion (EFP) que tendrá lugar en junio en colaboración con el Festival de Cine de Sídney.
Lot es una adolescente activa y una ávida buceadora, cuya vida rebosa entusiasmo por el futuro. A los pocos minutos de comenzar la película, esa esperanza se hace pedazos. El intento de Lot de encender la mecha de un petardo durante las celebraciones de Año Nuevo termina en un accidente devastador, dejándola con graves lesiones oculares provocadas por los destellos abrasadores. A partir de ese momento, asistimos a los dolorosos esfuerzos de Lot por hacer frente a su nueva realidad, en una interpretación intensa y convincente por parte de Beemsterboer. Sumergiéndose en la complejidad de esta experiencia, la película muestra que su camino hacia la aceptación está sembrado de rechazo y negación. Esto se hace evidente en su negativa inicial a aceptar su discapacidad (“No soy discapacitada”, le grita a su madre), en su reticencia a ingresar en un centro de rehabilitación e incluso en su rechazo a usar un bastón (manteniendo la esperanza de que su visión pueda mejorar y considerando el bastón como una admisión prematura de su condición).
Su camino se complica todavía más por los desafíos propios de la adolescencia, que conllevan sus propios sufrimientos y decisiones cuestionables. La película explora cómo la ceguera intensifica estos cambios, reformulando las nociones de intimidad, autonomía y agencia personal. En una escena conmovedora, Lot debe llamar a un familiar para que le revise los pantalones en busca de manchas de menstruación. En otra, ligeramente borracha y visiblemente incómoda con la conversación de sus amigas sobre los exámenes finales y sus planes universitarios, jura que los “aprobará” todos.
Beemsterboer está acompañada por Minne Koole, que interpreta a un joven llamado Micha, y Edward Stelder, que hace el papel de Ed, una figura paterna para Lot. Micha y Ed forman una parte vital de su sistema de apoyo en el centro de rehabilitación, donde participan en diversos talleres, intercambian historias de aventuras y medias verdades, y recurren a menudo a los consuelos de la bebida, el tabaco y el sueño para sobrellevar la tensión de su condición compartida. En esta nueva realidad, soñar ofrece una vía de escape al “mundo de la ceguera”. En los sueños de Lot, sus ojos están intactos y aún puede ver, lo que hace aún más insoportable el despertar. Eso empieza a cambiar después de una conversación con Micha, quien le confiesa que su único deseo es dormir, “precisamente porque entonces puede ver”. Pronto ella también comienza a atesorar sus sueños, incluso recurriendo a pastillas para dormir para robar unas horas de descanso.
A lo largo de gran parte de sus 96 minutos de duración, el trabajo de cámara (cortesía de Mark van Aller) permanece fiel a la experiencia de Lot, siguiéndola de escena en escena. Centrándose en su rostro, la cámara se resiste deliberadamente a mostrar planos completos de otros personajes, que aparecen solo como destellos breves o voces que orbitan a su alrededor. El uso de un encuadre cerrado también resulta eficaz para capturar el mundo de Lot, que ahora se ha reducido al alcance inmediato de su cuerpo: ya sean fragmentos de rostros, superficies o el bastón rozando el suelo. Estos planos se alternan con su punto de vista, oscurecido por manchas y desenfoques. La película emplea tonos fríos para reflejar el retraimiento emocional de la protagonista, que contrastan con las radiantes secuencias oníricas. El acceso a estos sueños a menudo está marcado por motivos visuales o auditivos elementales (fuego, viento o la atracción de las aguas profundas), acompañados por un diseño sonoro caleidoscópico, obra de Michel Schöpping. En cuanto a las interpretaciones, estas brillan en las escenas que representan los tramos más duros del viaje de Lot, ricos en intensidad y altibajos emocionales; sin embargo, algunas revelan la necesidad de momentos más silenciosos y emocionalmente más complejos.
I Shall See es una producción de la holandesa Labyrint Film, que también se encarga de sus ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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