Crítica: Palestine Comedy Club
por Veronica Orciari
- La coproducción entre Reino Unido y Palestina de Alaa Ali Abdallah es un poderoso y conmovedor documental de debut que mezcla humor, adversidades y esperanza

Palestine Comedy Club, la ópera prima de Alaa Ali Abdallah, desarrollada por el director con la ayuda del director de comedia, escritor e investigador Dr. Sam Beale y la productora cinematográfica Charlotte Knowles, ha tenido su estreno mundial en la primera edición del Festival SXSW de Londres, y se proyectará también en el próximo Festival de Cine de Raindance y en el Sheffield Doc Fest. Asimismo, el documental se presentó en el Cannes Docs y en la categoría de proyectos en desarrollo en el Festival de Toronto.
Al contar la historia de un grupo de seis palestinos (Alaa Shehada, Hanna Shammas, Ebaa Monther, Diana Sweity, Khalil Al-Batran y Raed Al-Shyoukhi) que trabajan como cómicos, la película mezcla con habilidad escenas alegres, llenas de risa y momentos muy emocionales, lo que crea una experiencia poderosa que hace al espectador sentir que está en una montaña rusa de emociones. El grupo de cómicos se enfrenta a un gran abanico de sensaciones y a retos prácticos en su viaje por Palestina e Israel y mientras, a su vez, viajan hacia Londres. Su viaje se caracteriza por momentos de desesperación y resiliencia, desde negociar controles fronterizos militares y tensiones políticas hasta enfrentarse a sus propios miedos y al peso de las expectativas del público. A pesar de las adversidades, de los miedos y del sentido arrollador de desesperanza al que se enfrentan a menudo, su recorrido también se ve iluminado por conexiones sinceras y por una profunda gratitud. La habilidad para encontrar y compartir risas en las peores circunstancias se convierte en un poderoso acto de resistencia y expectativas.
El tono de la película varía de forma constante, mantiene un ritmo acelerado aun incluso cuando se ve interrumpido por las escenas más duras. Aunque ciertos fragmentos que se centran en aspectos muy específicos de la cultura palestina puedan dejar a los espectadores internacionales con una sensación de desconexión, el documental en su totalidad es bastante accesible a la audiencia global y es urgente y oportuno. Su estructura combina momentos personales íntimos, trozos de monólogos de comedia, y fragmentos informativos que emplean gráficas para aclarar el contexto político y social en Palestina. Estos elementos están bien equilibrados y, aunque algunas escenas puedan parecer un poco prolongadas, la narrativa general se mantiene unida y cautivadora.
La idea de estructurar el documental como una especie de viaje por carretera hace que la película fluya de manera orgánica y con facilidad con ayuda del buen montaje, cortesía de Libby Knowles. A lo largo de la película, la animación se usa de manera inteligente para recalcar su calidad lírica mientras a la vez suaviza el tono general, añadiendo así profundidad y ligereza a la narrativa. Sin embargo, en cada escena de Palestine Comedy Club hay una tristeza subyacente, que nunca se grita a los cuatro vientos, pero siempre se susurra de manera suave, cuya misión es emocionar a cualquier público. A pesar de su tristeza inevitable, en última instancia, la película emerge como una llamada a la conexión humana y a la solidaridad emitida por gente corriente que se convierte en extraordinaria a lo largo de la película.
El trabajo de Ali Abdallah es, en general, un documental sensacional tanto por la forma en la que está hecho como por su temática, y es una película que no te puedes perder. Los protagonistas están perfectos en pantalla y el resultado final es un triunfo.
Palestine Comedy Club es una coproducción británico-palestina producida por Tough Crow Limited, y sus ventas mundiales están gestionadas por First Hand Films, con base en Zúrich.
(Traducción del inglés por Paula Gomis Montiel)
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