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TRIBECA 2025

Crítica: A Second Life

por 

- El tercer largometraje de Laurent Slama sigue a un bello encuentro platónico entre un americano de espíritu libre y una parisina más estricta durante las Olimpiadas de París

Crítica: A Second Life
Agathe Rousselle en A Second Life

“Si hay un río, hay que coger el barco”, dice Elijah (Alex Lawther), un estadounidense de espíritu libre especializado en hipnosis que ha llegado a los Juegos Olímpicos de París 2024 para preparar a los atletas. Con este lema, se sumerge de lleno en la vida de Elisabeth (Agathe Rousselle, de Titane [+lee también:
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), una joven estresada y frustrada, experta autodidacta en tecnología y con discapacidad auditiva, que posee pasaporte estadounidense pero ha vivido por todo el mundo y reside ahora en París. A Second Life, que ha sido dirigida, producida, coescrita (junto a Thomas Keumurian) y fotografiada por Laurent Slama, es una película de 77 minutos que ha disfrutado de su estreno mundial en la competición International Narrative de Tribeca. En ella, el cruce entre las vidas de Elijah y Elisabeth genera algo orgánico y hermoso tras poner en jaque las respectivas visiones del mundo que cada uno sostiene con sus actitudes diametralmente opuestas.

Esta es la tercera película de Slama, después de haber realizado dos bajo el pseudónimo de Elisabeth Vogler, en homenaje tanto al personaje de Persona, de Ingmar Bergman, como al nombre completo de la protagonista de A Second Life. Por sus similitudes temáticas, sería fácil emparejar este largometraje con Le Rendez-vous de l'été [+lee también:
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, también ambientada durante los Juegos Olímpicos de París y con una atmósfera igualmente conmovedora y desenfadada, ya que ambas pretenden no solo idealizar la ciudad, sino también equilibrar la realidad del caos urbano con la belleza que se puede encontrar en sus rincones más íntimos.

Elisabeth trabaja para una agencia de alquiler turístico y se aferra a este exigente empleo, indispensable para prolongar su visado, mientras lidia con clientes quisquillosos e irrespetuosos. Elijah intenta ganarse su confianza con una actitud alegre y el apoyo de sus dos nuevos amigos (Suzy Bemba y Jonas Bachan), algo que inicialmente ella rechaza. Sin embargo, cuando pierde sus audífonos en medio de una multitud, se ve obligada a dejarse llevar por un momento, aunque luego vuelve a encerrarse en sus pensamientos. En los momentos en los que Elisabeth no lleva los audífonos, oímos el mundo muy amortiguado, lo que realza la intensidad del resto del diseño de sonido y la música orquestal de Jean-Charles Bastion, que suena de fondo a lo largo de toda la película.

A Second Life transmite una espontaneidad alegre en su narrativa, en la que los personajes se ven obligados a lidiar con lo inesperado. La cámara de Slama, en cambio, es extraordinariamente precisa; de hecho, destaca su labor como director de fotografía, con un entorno parisino que se distorsiona en los márgenes de la realidad de Elisabeth, como si todo aquello que escapa a su control se desvaneciera. Con una lente que se mueve suavemente, el cineasta multifacético despliega una sensibilidad pictórica notable que se ve reflejada en la presencia constante de Los nenúfares de Monet a lo largo de toda la película. Asimismo, la saturación en esta realidad semielevada aumenta progresivamente, llevando a la cámara a empaparse de las luces de la ciudad y de todos sus colores: el verde agua de los trenes del metro, el azul intenso de los carteles electrónicos olímpicos, el verde de los árboles y el resplandor anaranjado del atardecer.

La brevedad del largometraje es también su mayor virtud; tal vez Elisabeth y Elijah buscan lo mismo, aunque por caminos distintos, y ese encuentro efímero es el catalizador que ambos necesitaban para empezar una nueva vida.

A Second Life es una producción francesa de 21juin Cinéma, coproducida por RnB! Films y Loulou Films. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de la parisina MMM Film Sales.

(Traducción del inglés)

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