Crítica: Deep Cover
- La tercera película de Tom Kingsley es una comedia bastante agradable ambientada en Londres que mezcla el teatro de improvisación con el mundo del crimen organizado, con un resultado desigual

Deep Cover, que se ha estrenado a nivel internacional en la sección Spotlight Narrative del Festival de Tribeca de este año y estará disponible en Prime Video desde el 12 de junio, es una comedia de acción con un tono irregular que trata de mezclar el teatro de improvisación con el ambiente criminal, pero no llega a fusionar ambos elementos de forma convincente en ningún momento. La película, que ha sido dirigida por Tom Kingsley (conocido por Fantasmas y Stath Lets Flats) y escrita por un cuarteto que incluye a Colin Trevorrow (Jurassic World: El reino caído [+lee también:
tráiler
ficha de la película]), Ben Asheden, Alexander Owen y Derek Connolly, cuenta con una estética pulida y un reparto británico estelar, aunque al final se percibe como un regreso a las comedias de Hollywood de principios de los 2000, en las que situaciones estrafalarias solían suplir la lógica narrativa.
Bryce Dallas Howard interpreta a Kat, una profesora de improvisación en horas bajas que, junto a dos de sus desastrosos alumnos —el actor frustrado Marlon (Orlando Bloom), seguidor del Método, y el irremediablemente torpe Hugh (Nick Mohammed), que se une al grupo de forma repentina y sin motivo aparente—, es reclutada por un hombre misterioso (Sean Bean) que dice ser policía. Su extravagante propuesta consiste nada más y nada menos que en infiltrarse como agentes encubiertos para desmantelar una banda de delincuentes de poca monta. A partir de ahí, todo se desmadra a medida que el trío se ve envuelto en situaciones cada vez más peligrosas en los bajos fondos de Londres e intenta mantener sus personajes de criminales duros mientras sus propias vidas se desmoronan.
La premisa es endeble y pone a prueba la credibilidad desde el primer momento. Resulta difícil de creer que estos tres aficionados confíen tan fácilmente en la propuesta de un desconocido —o que consigan engañar a una banda de criminales curtidos—. Al fin y al cabo, el personaje de Bean aparece de la nada y hace una oferta absurda. Es una situación que podría haber funcionado si la película se hubiera decantado claramente por el absurdo o la parodia, pero Deep Cover no acaba de decidirse entre ser una sátira autoconsciente del género o una farsa más realista.
Howard y Bloom hacen lo que pueden, y este último sorprende con un notable sentido del humor, pero el auténtico comodín no es otro que Mohammed. Su personaje, Hugh, es un compendio andante de arquetipos del slapstick —una mezcla entre Fantozzi, Mr Bean, Raj Koothrappali, de The Big Bang Theory, y Mr Magoo—, pero el resultado acaba siendo más insípido que inspirado. Su torpeza se vuelve repetitiva y, en ocasiones, roza lo irritante, de modo que socava los intentos del largometraje por generar implicación emocional o narrativa.
En términos visuales, la película cumple con solvencia e incluso con cierto estilo. La fotografía de Will Hanke ofrece una versión nítida y colorida de Londres. Sin embargo, el ritmo de Kingsley falla, puesto que los giros de guion se acumulan sin una recompensa narrativa clara, dando al conjunto una sensación errática que hace que pierda fuelle justo cuando debería intensificarse. La banda sonora de Daniel Pemberton, que resulta eficaz pero poco memorable, hace todo lo posible por mantener el dinamismo.
Paddy Considine constituye uno de los pocos puntos fuertes de la película. En su papel de mafioso envejecido, aporta energía auténtica a la cinta, aunque su personaje se muestra como demasiado ingenuo para alguien que supuestamente ha sobrevivido décadas en el crimen organizado.
A pesar de todo esto, hay que reconocer que a Deep Cover no le faltan los momentos radiantes. Algunos toques macabros y surrealistas salpican la narración, aportando textura y sorpresa, y el reparto parece divertirse. Sin embargo, la diversión por sí sola no basta para sostener un largometraje de 100 minutos que lucha por justificar su propia existencia.
En definitiva, podemos afirmar que se trata de una película de entretenimiento desenfadado, más adecuada para una noche informal en una plataforma de streaming que para un puesto destacado en un festival de prestigio. A pesar del talento del reparto, Deep Cover se queda en una comedia de género moderadamente divertida, pero en gran parte olvidable; una aventura con destellos de ingenio, pero no lo suficientemente incisiva como para destacar en un mercado saturado.
Deep Cover ha sido producida por las británicas Metronome Film Company, Parkes+MacDonald e ImageNation.
(Traducción del inglés)
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