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CINEMA JOVE 2025

Crítica: La terra negra

por 

- Alberto Morais vuelve a dirigir una película áspera, humanista y hierática, donde escenarios y actores huyen del artificio y un halo místico-religioso impregna una historia de conexión y sacrificio

Crítica: La terra negra
Sergi López, Andrés Gertrúdix y Laia Marull en La terra negra

Alberto Morais es un habitual visitante de festivales: su anterior largometraje, La madre [+lee también:
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se estrenó en la Seminci de Valladolid (después de haber pasado por el taller de la Cinéfondation de Cannes); y su primer largo de ficción Las olas [+lee también:
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se hizo con los premios a mejor película y FIPRESCI en el Festival de Moscú. Autor también del documental Un lugar en el cine, con el que debutó en la dirección en 2007, ahora proyecta en la edición número 40 del certamen valenciano Cinema Jove (dentro de la sección Premiere) su quinto film, La terra negra, que se estrenó a nivel mundial en la sección oficial del Festival de Málaga.

Como sus anteriores trabajos, el cine de Morais se aleja como del demonio de lo convencional. Nada aquí se conduce por los terrenos habituales de la narración cinematográfica estándar: ni la (contenida) interpretación de los actores, ni el (escaso) movimiento de cámara, ni el guion, escrito por el cineasta vallisoletano pero criado en Valencia junto a Samuel del Amor.

La película presenta a los hermanos María y Ángel (encarnados por Laia Marull, en su tercera colaboración con Morais, y Andrés Gertrúdix), que regentan un molino en un pueblo polvoriento. Ella ha regresado a la localidad tras estudiar y trabajar fuera sin mucho éxito. Él arrastra la maldición de ser considerado un inútil y un incompetente. Pero su vida cambia cuando aparece Miquel (Sergi López), un expresidiario que es mirado con recelo por el resto de la aldea cuando empieza a trabajar con los protagonistas.

Dividida en dos partes (tituladas Dies Irae y Vía Crucis) que se desarrollan tras unos títulos de créditos que se vuelcan sobre la imagen del cuadro del artista extremeño Francisco de Zurbarán Cordero de DiosAgnus Dei (todo un símbolo del sacrificio cristiano), La terra negra es una cinta áspera, seca y dura como la lija que, empleando esa iconografía religiosa, se adentra en terrenos del neorrealismo místico y humanista con ciertos elementos sobrenaturales, pero llevados a cabo con medios escuetos y sin efectos especiales.

Unas sucesivas y tensas tardes para la ira, donde nadie esboza una sonrisa, porque habla de enfrentamiento social y desconfianza hacia el extraño/extranjero pero que, a pesar de sus colores ocres y grisáceos, deja un resquicio para la esperanza no sólo en su escena final, sino en esos sensibles momentos de conexión entre desclasados que experimentan sus tres protagonistas, encarnados por actores que llevan la procesión muy adentro.

Esa narración pausada y mística, a medio camino entre el cine de raíz religiosa de Pasolini y el sello de directores tan poco convencionales como Bresson, Dreyer y Kaurismäki, con una cámara estática que se detiene sin prisas en rostros y localizaciones desnudas para extraer de todo ello profunda verdad, convierten a esta película en una experiencia tan única para el buscador de lo diferente como exigente para aquellos espectadores no acostumbrados al cine más radicalmente autoral.

La terra negra es una coproducción hispano-panameña de las compañías Olivo Films, Elamedia Estudios, Dexiderius P.A. y Garra Producciones. Se estrenará en salas de cine españolas el 29 de agosto, distribuido por Sideral.

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