Crítica: A Vida Luminosa
por Vladan Petkovic
- El primer largometraje de João Rosas, ligeramente irónico y subversivo, es una película fácil de ver, que empareja a su protagonista con la ciudad de Lisboa como los personajes principales

El director portugués João Rosas sigue construyendo el universo ficticio de Nicolau (un personaje que ha desarrollado desde su infancia a través de una serie de cortometrajes) con su primer largometraje, A Vida Luminosa [+lee también:
tráiler
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ficha de la película], que compite por el Globo de Cristal en Karlovy Vary. Se trata de una propuesta seductora y fácil de ver, que también resulta ligeramente subversiva en su tratamiento del lenguaje cinematográfico, además de incluir un montón de metarreferencias.
Es primavera en Lisboa y Nicolau (Francisco Melo) no está de humor para celebrar su 24 cumpleaños. Deprimido a causa de una ruptura sentimental un año antes, vive con sus padres, toca en una banda de jazz que parece no ir a ninguna parte y, en general, no tiene interés en conseguir un trabajo, lo que provoca constantes reprimendas de su padre. De vez en cuando acepta algún trabajo a tiempo parcial y, un día, mientras cuenta bicicletas en la ciudad para un programa de movilidad social, ve a una joven que se parece mucho a su exnovia. Ella deja caer el programa de la famosa Cinemateca de Lisboa, con proyecciones marcadas en rojo, lo que lo convierte en una especie de “mapa del tesoro”, como lo describe su mejor amiga, Mariana (Francisca Alarcão).
Este hallazgo, junto con otro acontecimiento, le empuja a querer hacer algo con su vida, así que se muda de casa de sus padres y consigue una habitación en un piso compartido, con tres mujeres un poco mayores que él. También consigue un trabajo en una librería gracias a su padre, y surge una posible relación con una chica francesa (Cécile Matignon) que conoció el día de su cumpleaños.
La gente va y viene, y a veces regresan a la vida de Nicolau, algunas de ellas desde Francia o España, en una especie de flujo libre que se refleja en el ritmo de la película. El montaje relajado pero constante de Luís Miguel Correia encaja con la atmósfera de Lisboa, la otra protagonista principal de la película. Paulo Menezes filma de manera clásica, dejando que el encanto irresistiblemente desgastado de la ciudad y la cálida luz de los interiores hablen por sí mismos, junto con el diseño de sonido naturalista. La música es estrictamente diegética y procede de la banda de Nicolau, excepto en una ocasión en la que una melodía de guitarra acompaña una transición.
Hay mucho diálogo en la película, lo que, sumado a la atmósfera y el escenario, evoca la Nouvelle Vague, especialmente a Rohmer, mientras aborda temas serios como el amor, la muerte, el capitalismo, la arquitectura, el medioambiente, el patriarcado y la precariedad laboral. Sin embargo, todos estos temas son tratados por personajes secundarios a modo de comentarios sobre lo que está sucediendo en la historia, a menudo a través de citas directas de filósofos. Del mismo modo, las emociones se nombran y se describen, pero nunca se representan realmente. Bresson estaría orgulloso, como menciona un crítico de cine en la Cinemateca, que solo habla a través de citas del icono francés. Rosas añade otra capa metacinematográfica y autorreferencial mediante un cameo como director de cine que frecuenta la librería, quejándose de que su película sobre jóvenes en la ciudad fue malinterpretada por el público. Todo se interpreta con un tono ligeramente irónico, adoptando un enfoque similar con algunos giros narrativos que nunca se desarrollan como elementos clave en la trama.
A Vida Luminosa es una coproducción entre la portuguesa Midas Filmes y la francesa Les Films de l'Après-Midi. Loco Films se encarga de los derechos internacionales.
(Traducción del inglés)
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