Crítica: La anatomía de los caballos
por Vladan Petkovic
- El primer largometraje del peruano Daniel Vidal Toche es una exigente pero notable y auténtica contemplación de la naturaleza del tiempo y la futilidad de la revolución

Estrenada mundialmente en la Competición Proxima del Festival de Karlovy Vary este año, la ópera prima del director peruano Daniel Vidal Toche, La anatomía de los caballos, es una obra cinematográfica extraordinariamente original y auténtica que plantea preguntas difíciles e importantes. También es una película exigente, con un enfoque narrativo desconcertante y un tono marcadamente pesimista.
Con los imponentes Andes como telón de fondo, en medio de un terreno escarpado, el revolucionario del siglo XVIII Ángel (Juan Quispe) regresa derrotado de la batalla, con su hermano herido de muerte sobre el caballo. Mientras tanto, dos hombres indígenas, que forman parte de una unidad dirigida por soldados españoles, descuartizan un cuerpo y cuelgan su pierna (con un mensaje clavado en ella) en la cruz de la plaza de un pueblo.
Tras la muerte de su hermano, este se le aparece a Ángel en sueños y le dice que viajará a través del tiempo. Al despertar en la hierba alta de la pampa, Ángel ve caer un meteorito del cielo, mientras al fondo se alzan torres de transmisión. Llega a su pueblo (en el presente) donde se celebra una especie de feria. El presentador anuncia que ha sido posible gracias a la amabilidad de la empresa minera. Inicialmente desorientado, Ángel encuentra su lugar al unirse al baile ritual de un grupo de hombres que visten trajes tradicionales.
En casa, su madre está consternada porque no ha enterrado a su hermano, pese a que era su último deseo. Ángel, ahora vestido con atuendo moderno, visita el lugar donde cayó el meteorito, que ha dejado un cráter lleno de agua. Allí se encuentra con una mujer cuya hermana gemela ha desaparecido. Él reconoce que la ha visto en sus sueños, y su desaparición parece estar relacionada con la mina, que está envenenando la tierra, los animales y a los niños, en medio de las protestas de los lugareños y la indiferencia del alcalde.
Esta trama es solo la línea principal de una narrativa compleja y críptica, contada en largos planos secuencia. Los personajes hablan en metáforas o en fragmentos de sabiduría indígena, a menudo con una sola persona en plano. Los actores, en su mayoría no profesionales, rara vez expresan emociones faciales. Se mueven lenta y deliberadamente a través del terreno difícil. Los rituales se representan con todo detalle y duración. El trabajo de cámara de Angello Faccini y su posproducción son impresionantes: imágenes en formato 4:3, frecuentes planos generales y primeros planos extremos, alto contraste y colores suaves pero intensos. Los sueños se representan como reflejos ondulantes en el agua. La iluminación parece enteramente natural, lo que hace que las escenas nocturnas estén pobladas de sombras. La partitura de Inur Ategi es abrasiva, compuesta por sonidos muy procesados y ruido estático.
Estructuralmente, la película puede entenderse como un ejemplo de las escaleras de Escher o de la idea de que el tiempo es un círculo plano. Aunque todo esto exige un gran esfuerzo por parte del espectador, este merece la pena. Estamos ante una reflexión poderosa y original sobre la futilidad de la revolución, así como una visión auténtica de la vida indígena y de cómo esta sigue siendo afectada por lo que un día fue el colonialismo y hoy se ha convertido en extractivismo corporativo.
La anatomía de los caballos es una coproducción entre Playa Chica Films (España), Pioneros Producciones (Perú), Sideral (España), Los Niños Films (Colombia), Mito Films y Promenades Films (Francia). Loco Films gestiona los derechos internacionales.
(Traducción del inglés)
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