Crítica: TrepaNation
por Susanne Gottlieb
- El director y refugiado sirio Ammar al-Beik se ha pasado diez años filmando su vida en Alemania y ha reunido un ensayo de casi cuatro horas sobre el desarraigo, la pérdida y la nostalgia

“Esto no es una película, sino una parte de tu vida”, afirma el productor Gilles Sandoz en los primeros minutos de TrepaNation [+lee también:
tráiler
ficha de la película], cuando el director sirio Ammar al-Beik lo visita. Al-Beik ha pasado diez años documentando su vida como refugiado en Alemania, desde el 18 de septiembre de 2014, cuando se abrió un campamento en las afueras de Berlín, donde le asignaron una habitación. “Se proyectará en julio”, dice en un mensaje de voz a un interlocutor desconocido, probablemente refiriéndose a Karlovy Vary. Parece que al-Beik no quiere saltar directamente a la acción en su mastodóntico ensayo documental de 222 minutos de duración. Invita cordialmente al público a entrar, preparando el escenario para un viaje por los recuerdos, lleno de desesperación, esperanza e inspiración.
La película, que ha tenido su estreno mundial en la competición Proxima del 59.º Festival de Karlovy Vary, presenta innumerables influencias. Rodada íntegramente con la cámara del teléfono móvil de al-Beik, se trata de un collage de imágenes amateur, cuadros famosos, citas y bandas sonoras. Encontramos a Goethe y Nina Hagen, pero también las melodías de Skyrim. Básicamente, todo lo que podría dejar huella en un refugiado en Europa durante ese intenso período de diez años: fragmentos de su nueva vida y recuerdos de la antigua.
Anthony Quinn domina en los fragmentos de la película de 1976 El mensaje, donde jura lealtad al profeta Mahoma. En otras ocasiones, este pomposo escenario cinematográfico se intercambia por grabaciones de móvil que muestran drones abalanzándose sobre bloques de viviendas en Siria, o a su amigo Abu Ali, compañero en el campo de refugiados, yaciendo sangrando en una camilla, con el rostro desgarrado por fragmentos de bala. Hay fotografías personales y vídeos del pasado, así como imágenes que ridiculizan al exdictador Bashar al-Ásad, tomadas para un reportaje sobre su casa por nada menos que el fotógrafo de guerra James Nachtwey.
En su proceso de documentación del hogar de los refugiados, al-Beik no oculta las terribles condiciones de vida ni la suciedad presente en cada rincón. Una de las imágenes más espeluznantes que vemos es la de una cocina sucia: la estufa quemada, el enorme montón de basura y los restos de comida que nadie llegó a sacar. Sin embargo, cabe felicitar a al-Beik por no intentar hacer pornomiseria de la pobreza. En su lugar, este montón piramidal de basura se convierte en el esquema de su simbólico “triángulo de salvación”, en cuyos vértices descansan Jean-Luc Godard, Alexander Kluge y Diego Maradona. Dos de ellos son cineastas a los que cualquier joven artista aspiraría a parecerse, mientras que el otro es un faro de fuerza y juego limpio, como dice al-Beik.
El director también centra este ensayo en su madre, que murió durante la guerra de Siria en 2012, y en su esposa Caroline, que fue encarcelada por el régimen ese mismo año por contrabando de leche en polvo y pañales para bebés. “Una de las cosas más difíciles es no poder enterrar a nuestros seres queridos”, reflexiona su voz en un momento clave de la película. Al-Beik sigue dando vueltas en su narración, lo que podría ser un reflejo de la repetitividad de la vida cotidiana en un campo de refugiados. La intersección entre Europa y Oriente Medio, el auge creativo y la difícil situación humanitaria están siempre presentes. Con todo, hay que examinar en profundidad los 222 minutos de película para encontrar las auténticas joyas. Siendo “meta” una vez más, al-Beik comenta repetidamente el montaje y la duración de la película. No obstante, un control más estricto sobre lo que muestra habría beneficiado enormemente esta obra.
TrepaNation es una coproducción entre Siria, Alemania y Francia, producida por GS Films y Shams Films at Grammar Factory.
(Traducción del inglés)
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