Crítica: After Dreaming
por Mariana Hristova
- Christine Haroutounian intenta plasmar en la pantalla una serie de universos interiores personales perturbados por la incertidumbre y la angustia que provoca el hecho de vivir en tiempos de guerra

En su fascinante película World, que triunfó en la competición de cortometrajes del Festival Internacional de Cine del Albaricoque de Oro en 2021, Christine Haroutounian recreó el aterrador mundo de una joven que vive junto a su madre moribunda, centrándose más en su estado psicológico que en los acontecimientos que se desarrollan. Del mismo modo, en su primer largometraje, After Dreaming [+lee también:
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ficha de la película], que se proyecta actualmente en la competición regional de la 22.ª edición del mismo festival, la directora trata de transmitir una sensación: la película parece centrarse más en un viaje interior que en observaciones concretas del recorrido por carretera que realmente tiene lugar. Sigue un flujo de conciencia más que la trayectoria física de los personajes, oscilando entre el sueño y la realidad. Este enfoque, ampliamente adoptado por cineastas de todo el mundo, nos recuerda que incluso Tarkovski (a quien Haroutounian parece citar en After Dreaming, consciente o inconscientemente, en varias escenas con agua) se aseguró de emplear una narrativa sólida, al menos en sus dos primeros largometrajes, antes de empezar a “esculpir el tiempo” en El espejo. Quizá precisamente porque a Haroutounian parece aburrirle el aspecto narrativo (que ha pasado por alto desde el comienzo de su carrera), After Dreaming resulta visualmente cautivadora y emocionalmente impactante en algunas escenas concretas, pero sus ideas generales, vagas y comunicadas de manera desconcertante, no bastan para ofrecer una experiencia completamente absorbente. Un guion flojo nunca es un problema en sí mismo, pero en este caso se suma a la confusión: lo que se pretende transmitir mediante el uso de pocas palabras y un lenguaje cinematográfico puro sigue siendo demasiado introvertido para llegar al público.
La película comienza con una escena de violencia sin sentido que culmina en un asesinato, mostrado a contraluz y de forma borrosa: en algún lugar de Armenia, un hombre que perfora pozos es asesinado por unos desconocidos, solo por el placer de matar, porque “la guerra en realidad nunca terminó”. Su familia acepta este doloroso destino con dignidad, pero se preocupa por su hija Claudette (Veronika Poghosyan) y se asegura de enviarla lejos antes del funeral para ahorrarle un trauma mayor. Claudette emprende entonces un viaje en coche sin rumbo fijo, acompañada de Atom (Davit Beybutyan), que podría ser físicamente su guardián, pero que arrastra demasiados problemas como para ofrecer apoyo emocional. Ambos empiezan a vagar en coche o a pie, entre la naturaleza y los encuentros humanos, sin estar nunca del todo presentes en ningún lugar. Inevitablemente, acaban en la cama, pero el sexo y las caricias parecen amplificar sus inseguridades en lugar de calmarlas.
Aunque no se vea ningún campo de batalla ni se oiga un solo disparo, la percepción de la guerra es omnipresente, independientemente del estado actual del conflicto. En la que quizá sea la escena más larga de la película, durante una boda colectiva, un baile tradicional se transforma repentinamente en una torre humana formada por soldados. Un ritual sagrado se convierte, casi de forma inevitable, en uno militar, como si la realidad de la guerra se hubiera infiltrado en todos los aspectos de la vida personal. El mundo que rodea a Claudette y Atom parece distorsionado, sin perspectivas más optimistas en el horizonte.
A pesar de la falta de indicios claros de que la Claudette de After Dreaming sea la misma que la de World, el uso del mismo nombre parece sugerir que se trata, o bien de un personaje similar, o quizá incluso del álter ego espiritual de Haroutounian. En ambas películas, la heroína es silenciosa, frágil y misteriosa, oprimida por un sufrimiento oculto cuya presencia puede intuirse, pero apenas aflora a la superficie. Y mientras el formato corto de World era suficiente para ofrecer un peculiar estudio de personaje, las casi dos horas de duración de After Dreaming requieren una base más sólida para mantener a flote este retrato.
After Dreaming es una producción de la estadounidense-armenia Mankazar Film, coproducida por la armenia Kinoket, la mexicana Splendor Omnia y la estadounidense Seaview.
(Traducción del inglés)
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