Crítica: Le Lac
por Fabien Lemercier
- El primer largometraje de Fabrice Aragno, antiguo director de fotografía de Jean-Luc Godard, embarca al espectador en un viaje cinematográfico inmersivo y fascinante

“Lo propio de lo visible es tener un reverso invisible que lo vuelve presente como una cierta ausencia”. Esta cita del filósofo Maurice Merleau-Ponty, que abre Le Lac [+lee también:
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ficha de la película], el primer largometraje de Fabrice Aragno, que se ha estrenado en la competición oficial del 78.º Festival de Locarno, dice mucho sobre el estilo sumamente atmosférico y sugerente de una película muy personal que difumina total y magistralmente las fronteras entre la ficción y el documental.
Esta experiencia cinematográfica, empapada de una poesía cruda e inmersa en las fuerzas elementales de la naturaleza, no tiene nada de experimental; se asemeja más bien a una puerta abierta a las sensaciones y a la imaginación del espectador. El que fuera director de fotografía de Jean-Luc Godard (en El libro de imágenes [+lee también:
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ficha de la película], entre otros) sabe perfectamente cómo viajar visual y sensorialmente hacia el cielo estrellado, a través del estruendo del trueno, en la calma absoluta o en el corazón del tumulto, más allá del estrecho círculo de las percepciones habituales, y todo ello sin perder nunca el hilo conductor de la esencia de la vida: los sentimientos y el amor.
“Podrías haberme transmitido tu deseo, lo habríamos podido compartir”. Una pareja (Clotilde Courau y Bernard Stamm) recorre en velero un lago durante varios días y noches, con motivo de una regata cuyo inicio marcará el único momento frenéticamente sociable de un viaje por lo demás totalmente solitario, durante el cual los dos protagonistas apenas se dirán una palabra. Pero entre las maniobras con el cabrestante, la vela y el timón, las breves estancias en la cabina para cambiarse de ropa debido a las considerables variaciones climáticas, la inmersión submarina —de uno de ellos— para liberar el barco de las algas que lo ralentizan y la contemplación continua del entorno (el agua, el cielo y la tierra), sus miradas, sus posturas y sus gestos expresan mucho, de modo que ofrecen tenues pistas sobre el estado de sus emociones. ¿Ha ocurrido un acontecimiento dramático o está ocurriendo en este momento? ¿Está su amor en fase terminal, aún presente pero ya convertido en pasado? Todas estas hipótesis se lanzan como estrellas fugaces sobre la superficie del lago entre montañas, en un marco natural macroscópico (el viento, las nubes, la luz) que redimensiona lo humano a su escala microscópica.
Al filmar paisajes como si fueran personajes, y personajes como si fueran paisajes, Fabrice Aragno nos brinda una dimensión maravillosa y encantadora, a la vez muy física y casi mística, llena de cantos de pájaros, la alternancia del día y la noche —y sus correspondientes amaneceres y atardeceres—, reflejos en el agua, vientos en las velas y actividades humanas vislumbradas en las orillas del lago (como testimonios de un mundo lejano). Se trata de un viaje que coquetea de forma desenfadada con la metempsicosis y se intercala con momentos elípticos que siguen a la pareja en el campo, un viaje que este cineasta polifacético —que también participa en el encuadre, el sonido y el montaje— retrata con una habilidad visual y auditiva sublime, tendiendo la mano a los espectadores que quieran sumergirse y seguirle en la magia de un inframundo que bebe de las mejores fuentes del séptimo arte.
Le Lac ha sido producida por Casa Azul Films en coproducción con RTS. Cabe destacar que la película fue seleccionada para el Atelier 2021 de la Cinéfondation del Festival de Cannes.
(Traducción del francés)
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