LOCARNO 2025 Cineastas del presente
Crítica: Balearic
por Olivia Popp
- El segundo largo de ficción de Ion de Sosa permite que lo trascendente se filtre por las grietas de lo que no es ni un delirio ni una fábula, sino otro tipo (secreto) de relato

Las Baleares tienen algo que las hace trascendentales: en 2023, La herida luminosa, de Christian Avilés (nominada al European Short Film Award), nos sumergió en ese mundo onírico y brillantemente saturado en el que el sol siempre brilla con fuerza y la vida nunca ha parecido tan dulce. La solemne entrega de su protagonista a su entorno revelaba algo sobre estas islas mediterráneas que se repite ahora en Balearic [+lee también:
tráiler
entrevista: Ion de Sosa
ficha de la película], el segundo largometraje de ficción de Ion de Sosa (cuyo mediometraje de 2023, Mamántula, causó sensación en San Sebastián y en el IFFR). Balearic se ha estrenado a nivel mundial en la sección Cineastas del presente del 78.º Festival de Locarno (6–16 de agosto), y no cabe duda de que la película aprovecha todo aquello que nos intriga tan profundamente de lo inexplicable.
En el marco de una trama cercana a la fábula que cuestiona los ideales modernos de autoconservación, cuatro amigos adolescentes (Lara Gallo, Elías Hwidar, Ada Tormo y Paula Gala) se topan por casualidad con una mansión vacía que cuenta con una tentadora piscina de agua cristalina. Su día da un giro radical cuando deciden colarse en la casa para pasar un rato en la piscina, ya que un grupo de feroces perros negros aparece de la nada y ataca a uno de ellos, dejando al resto confinados en el agua y gritando de terror. La película cambia entonces a otra línea narrativa, en la que el cineasta pone el foco en un grupo de adultos adinerados —entre ellos, el padre de uno de los adolescentes atrapados en la piscina— mientras disfrutan de un día de comida y lujo, también junto a una piscina. El grupo parece tranquilo, pero incómodo, como si tuvieran miedo de nadar o de decir algo fuera de lugar, optando así por beber sus cócteles de colores embriagadores mientras los gritos anteriores siguen resonando en la mente del espectador.
Es la víspera de San Juan, y el misticismo del día favorece la compenetración entre el mundo espiritual y el llamado empírico, lo que da lugar a una serie de extraños sucesos: un globo devuelve secretos al grupo, mientras que en las marcas de quemado de una paella derramada se dibujan los cuatro rostros petrificados de los adolescentes cercanos. La yuxtaposición de ambas historias contribuye en gran medida a evidenciar la desconexión del segundo grupo con la realidad, así como la niebla que los ha convertido en meros espectadores de un mundo que reclama su ayuda, como en la escena en la que observan en silencio cómo un helicóptero extrae agua de su piscina para apagar un incendio —algo muy común en vacaciones en España— que arde a lo lejos, ante el cual se muestran sorprendentemente indiferentes.
El zumbido del diseño sonoro de Iosu González realza la sensación de extrañeza que se desprende de todo ello, como si fuera una advertencia o un presagio enviado desde lo alto. No todo en este universo en descomposición será captado por el público, ni todas las conexiones quedarán claras, lo que sin duda derivará en una experiencia de visionado única para cada espectador. Pero a través de estas dos historias, de Sosa logra señalar la combinación de hedonismo e indiferencia revelada en este día profético, rodado en 16 mm por Cris Neira de manera que la calidez brumosa de la textura y los colores del largometraje terminan por imponerse. No es ni una realidad empírica ni un ensueño espiritual: es una secreta –o sagrada– tercera forma de narración.
Balearic es una producción de las españolas Umbracle Cine, Apellaniz y de Sosa y Jaibo Films, en coproducción con la francesa La Fabrica Nocturna Cinéma. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de la española Morethan Films.
(Traducción del inglés)
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