Crítica: Mare’s Nest
por Muriel Del Don
- Ben Rivers firma una oda a la despreocupación y la inconsciencia de la infancia, un retrato poético y misterioso de personajes que bailan hacia una meta desconocida

Un año después de presentar Bogancloch [+lee también:
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ficha de la película]. Este misterioso y cinematográficamente poderoso nuevo largometraje del cineasta invita al público a soñar con un mundo utópico en el que son los niños quienes dictan las normas, jóvenes protagonistas de una narración sobre la que tienen un control absoluto. Sin adultos, el mundo en el que viven estos jóvenes es —aparentemente— virgen, libre y salvaje, una especie de locus amoenus en el que experimentar formas alternativas de estar en el mundo. Sin embargo, a pesar de la atmósfera casi paradisíaca, se percibe que el peligro acecha a la vuelta de la esquina y que todo podría cambiar en cualquier momento.
Moon (Moon Guo Barker), la protagonista de la película, deambula por este misterioso mundo dominado por niños que viven completamente al margen de los adultos. En una cabaña en medio de la montaña, Moon se topa con dos personajes enigmáticos que le hablan de los secretos del universo: una erudita (una especie de sabia vidente que se expresa con frases crípticas) y su intérprete. A lo largo de esta especie de viaje de peregrinación, Moon conoce también a otros niños que cantan, actúan o bailan para ella, de modo que le muestran nuevas formas de estar en el mundo y de interactuar, no solo entre humanos, sino también con los animales y la naturaleza que les rodea. Aunque Moon se siente a gusto en su compañía, prosigue inexorablemente su camino hacia un futuro desconocido, al que se entrega con una amplia sonrisa.
Es precisamente esta sonrisa, que contagia al público al final de la película, la que distingue a esta obra inclasificable que toma prestados elementos del cine experimental, el documental y los cuentos de hadas para contar una historia sobre una utopía en la que los niños deciden cómo será el mundo del mañana. Mare’s Nest, que está basada en The Word for Snow, la obra teatral en un acto de Don DeLillo, es un ensayo poético en el que las ansiedades y temores de nuestro tiempo, especialmente los relacionados con el cambio climático, se filtran a través de la mirada deliciosamente lúdica y despreocupada de la infancia.
Según ha declarado el propio director, la idea de la película nació de un “creciente sentimiento de terror” ante el mundo que heredarán las generaciones futuras. Esta reflexión de tono apocalíptico impulsó al cineasta a imaginar un mundo en el que Moon, su joven protagonista, pudiera soñar con un desenlace diferente, en el que imponer una narración alternativa a la que los adultos se empeñan en escribir.
La película es una road movie lisérgica, tan maravillosa como inquietante, que recuerda a películas de Pasolini como Edipo rey o Medea y se desarrolla a través de una narración a múltiples niveles, como una matrioska que va revelando capa a capa su verdadera naturaleza. Como en sus trabajos anteriores, Ben Rivers nos invita a seguir y observar a personajes que han optado por distanciarse de la sociedad, desprendiéndose de esa máscara social que todos nos vemos obligados a llevar. En este sentido, Mare’s Nest constituye un punto de partida, un patio de recreo en el que se encuentran y chocan narrativas intencionadamente oblicuas que ofrecen enfoques alternativos.
Mare’s Nest ha sido producida por Urth Productions y 4A4 Productions, en coproducción con La Bête, Le Fresnoy – Studio national des arts contemporains y GreenGround Productions (Canadá). Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Rediance (China).
(Traducción del italiano)
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