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LOCARNO 2025 Competición

Crítica: Desire Lines

por 

- La última y enigmática película de Dane Komljen trata temas como el trauma, la incertidumbre de la identidad y la falta de fiabilidad de la memoria

Crítica: Desire Lines
Ivan Čuić en Desire Lines

Descifrar una película de Dane Komljen es misión imposible, y es que, si nos guiamos por la lógica convencional y nos aferramos a sus elementos fugaces y específicos, acabamos en un callejón sin salida. Dicho esto, podríamos aventurarnos a afirmar que su nuevo trabajo, Desire Lines [+lee también:
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, que se ha estrenado a nivel mundial en la competición oficial del Festival de Locarno, es el más accesible y logrado hasta la fecha, y todo ello gracias a la fuerza de las imágenes, a la universalidad de los temas tratados y a las conexiones asociativas entre sus distintas —pero extrañamente homogéneas— partes.

La película tiene una estructura en tres actos, aunque esta se refleja más en el cambio de atmósfera que en un arco narrativo propiamente dicho. Todo comienza con Branko (Ivan Čuić), un hombre de unos treinta años que sufre de insomnio y sigue a su hermano —cuyo rostro no llegamos a ver en ningún momento y con quien convive pero nunca habla— por las calles de Belgrado: una estación de metro, un centro comercial, un punto de encuentro en un parque… No hace más que llamar desde un teléfono fijo a otro hermano, del que deducimos que es un veterano de guerra, pero nunca logra localizarlo y siempre acaba dejando mensajes angustiados en el contestador.

Al igual que en otras películas de Komljen, los personajes se comunican por medio de frases largas y poéticas, casi literarias, sin dirigirse necesariamente a la persona con la que hablan. El propio Branko recibe una llamada de una antigua compañera de colegio, que suena desesperada y dice encontrarse en otra ciudad, pero según la secuencia de acontecimientos que nos muestra el montaje de Marko Ferković, está en realidad bajo su balcón con un teléfono móvil en la mano.

El primer acto concluye cuando, tras deambular durante mucho tiempo por la ciudad y después por un bosque, Branko llega a un cuartel militar y desaparece atravesando una pared. Hay fuertes indicios de que en realidad no existe, o al menos de que los demás no pueden verle. Una vez cruza la pared, sigue caminando hasta caer de bruces en el bosque, donde le encuentra un grupo de tres personas que, a priori, parecen formar parte de la misma familia. Entre ellas hay un rostro raro pero reconocible: la estrella serbia Branka Katić.

No hay una banda sonora tradicional; en su lugar, la película está envuelta en el diseño sonoro de Jakov Munižaba, que mezcla lo diegético y lo extradiegético, a menudo de forma indistinguible. La atmósfera en la primera parte es de terror surrealista, debido tanto al sonido como a las imágenes violentas. Y esta violencia, a menudo de naturaleza sexual o autoinfligida, se mantiene en su mayor parte fuera de campo, aunque sus consecuencias son dolorosamente visibles.

La segunda parte se desarrolla íntegramente en el bosque, donde parece haber una comunidad de personas que viven en estrecha armonía con la naturaleza, junto a un gran embalse que data de la época socialista —o, sin que quede claro, un monumento rodeado de maleza—. Hablan y se comunican con setas y musgo, y aquí también aparecen elementos de terror corporal, pero el ambiente general es ahora mucho más onírico que pesadillesco.

Aunque la narrativa es en gran parte indescifrable, hay motivos que se repiten a lo largo de las distintas partes de la película y entre los diferentes personajes. Se podría argumentar que Komljen toma prestado de Lynch, especialmente en su forma de abordar el trauma, la incertidumbre de la identidad y la falta de fiabilidad de la memoria, o de Cronenberg en el sentido puramente visceral, pero estos temas y, sobre todo, la tactilidad del cuerpo forman parte desde hace tiempo de su extraño y auténtico lenguaje cinematográfico. Todo ello se ve respaldado por contribuciones técnicas de primer nivel, entre las que destacan la exquisita y disciplinada fotografía de Ivan Marković y Jenny Lou Ziegel, que en un momento dado, y de forma desconcertante, incluso recurre a imágenes térmicas. Y cuando llegan los créditos finales y aparecen varios nombres identificados como “no humanos”, se puede retroceder mentalmente y replantearse lo que creíamos haber entendido.

Desire Lines es una coproducción entre Dart Film y Mak Film (Serbia), Marletti (Bosnia y Herzegovina), seriousFilm (Países Bajos), Pipser (Croacia) y Flaneur Films (Alemania). Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Square Eyes.

(Traducción del inglés)

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