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LOCARNO 2025 Cineastas del presente

Crítica: Un balcon à Limoges

por 

- El segundo largometraje de Jérôme Reybaud, sobre una mujer que decide alterar su vida para "ayudar" a alguien a quien conocía en su infancia, es corto, dulce y sorprendente

Crítica: Un balcon à Limoges
Fabienne Babe en Un balcon à Limoges

Descrita de manera concisa por Jérôme Reybaud en sus notas de dirección como “un encuentro entre dos mujeres”, Un balcon à Limoges, el segundo largometraje del cineasta después de Cuatro días, cuatro noches [+lee también:
crítica
tráiler
ficha de la película
]
(2016), emerge como un ejemplo perfecto de cómo lo absurdo y lo extravagante pueden convertirse en algo bastante natural. Reybaud regresa al Festival de Locarno tras haber presentado allí su mediometraje Poitiers en 2022, esta vez como parte de la competición Cineastas del Presente de la 78.ª edición del certamen suizo. Un balcon à Limoges nunca se convierte en un relato moralizante, pero invita al público a reflexionar sobre la naturaleza humana.

Eugénie (Anne-Lise Heimburger), una auxiliar de enfermería de mediana edad, se topa con una mujer desmayada en su coche y descubre, con cierto desdén, que se trata de alguien a quien conoció en la escuela técnica: Gladys (Fabienne Babe). La primera arma un gran escándalo tras haber ayudado a la segunda a salir de una situación difícil, mientras el público se ve obligado a cuestionar la línea que separa la bondad genuina del complejo de salvador. La despreocupada Gladys, actualmente sin hogar, se divierte de forma habitual con su pareja Fabrice (Patrice Gallet) y, en parte, comienza a vivir de la generosidad casi maníaca de la conformista y crítica Eugénie. En esta situación surge una pregunta: ¿ayudar a alguien te da derecho a decidir qué decisiones debe tomar esa persona?

Reybaud convierte este viaje, en apariencia sencillo, sobre dos mujeres diametralmente opuestas en algo más, revelando los elementos de una comedia dramática extravagante basada en encuentros incómodos entre los personajes, incluido el uso de Antoine (Antonin Battendier), el hijo pequeño de Eugénie, como peón psicológico. Un encuentro fortuito une a estas dos mujeres tan distintas pero, a pesar de sus desacuerdos, no se produce ningún enfrentamiento en el sentido tradicional. En su lugar, percibimos una tensión creciente bajo la superficie, perfectamente ilustrada por la intervención recurrente de una voz en off masculina (sobre la que descubriremos nuevos detalles más adelante) que sugiere que alguien observa todo lo que sucede en el balcón titular de Eugénie desde el complejo de apartamentos de enfrente.

La dirección de fotografía sobria de Nicolas Contant expone la relación tal como es, con planos generales que enmarcan a los personajes casi como si se tratara de una obra de teatro. Las dos mujeres, con su actitud ocasionalmente hostil, apenas están protegidas de la cruda luz natural del día en medio de un paisaje verde y alegre: es imposible ocultar nuestras acciones, parece decir Reybaud. Acompañadas por una banda sonora enérgica a cargo de Léonard Lasry, las interpretaciones de Heimburger y Babe impulsan esta historia, a veces peculiar y con frecuencia inesperada, hacia un territorio concebido para hacer que el ámbito del impulso radical irrumpa con fuerza en el reino de la realidad panóptica.

Un balcon à Limoges es una producción de la francesa Barberousse Films. The Open Reel se encarga de las ventas internacionales.

(Traducción del inglés)

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