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LOCARNO 2025 Competición

Crítica: Dracula

por 

- Radu Jude se divierte con el mito del vampiro en una sátira episódica, irreverente y salpica de IA sobre la adaptación, el cine y la identidad nacional

Crítica: Dracula
Adonis Tanța (izquierda) y Alexandru Dabija en Dracula

Tras ganar el premio especial del jurado en el Festival de Locarno de 2023 con No esperes demasiado del fin del mundo [+lee también:
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, el director rumano Radu Jude regresa a la competición oficial del certamen con su nueva obra, Dracula [+lee también:
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. La película llega tras la comedia dramática de bajo presupuesto Kontinental '25 [+lee también:
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, que se estrenó en la Berlinale y fue galardonada con el Oso de Plata al mejor guion. Dracula marca un punto de inflexión tanto con respecto a la “trilogía femenina” de Jude (Un polvo desafortunado o porno loco [+lee también:
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, No esperes demasiado del fin del mundo, Kontinental '25) como con respecto a sus obras históricas (Aferim! [+lee también:
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, Scarred hearts [+lee también:
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). En esta ocasión, Jude se lanza a una farsa desinhibida cuya naturaleza es a la vez social, política y metatextual, creando así un collage subversivo y extravagante sobre los diversos tipos de vampirismo.

La película se inicia en un sótano en el que se desarrolla una experiencia teatral kitsch sobre Drácula para turistas, con desnudos gratuitos, chistes de doble sentido y una persecución por toda la ciudad en busca del actor que interpreta al conde. La sensación de inmersión procede no solo del juego de rol de los aldeanos armados con estacas que persiguen al tío Sandu (Gabriel Spahiu), un ex paciente de un psiquiátrico con “síndrome de Drácula” contratado por la compañía, sino también de su compañera de reparto (Oana Maria Zaharia), que durante la persecución va actualizando su cuenta de OnlyFans. Esta secuencia se ve bruscamente interrumpida por una escena metatextual en la que un joven director (Adonis Tanța) intenta crear una adaptación de Drácula que satisfaga tanto a los productores como al público, con la ayuda de un software de inteligencia artificial generativa llamado Dr AI Judex. Esta línea argumental, que actúa como narración marco, permite a Jude presentar más de una docena de breves reinterpretaciones del mito de Drácula dentro de un ómnibus de 170 minutos. Estas van desde un retrato de Drácula/Vlad el Empalador como empresario capitalista que explota mano de obra extranjera para mejorar sus cuentas de videojuegos —con la ayuda de un pícaro compinche similar a C-3PO—, hasta un segmento slapstick en el que Vlad regresa en la actualidad a su lugar de nacimiento y descubre que ha sido convertido en museo. Otros episodios incluyen una versión deliberadamente absurda de la parábola bíblica del sembrador, que se reformula como una farsa falocéntrica y se intercala con actualizaciones de las cada vez más caóticas peripecias del tío Sandu y su compañera.

El Dracula de Jude subvierte de forma deliberada el concepto de adaptación, de modo que adopta la forma de una libre sucesión de ideas sin filtros. Se acumulan yuxtaposiciones absurdas que van de interpretaciones paródicas a episodios completamente inconexos de Drácula o de sus orígenes en el folclore rumano. Las pseudoadaptaciones parecen surgir de los caprichos de la inteligencia artificial de la que se sirve el joven director para superar su bloqueo creativo.

Dracula se presenta, por tanto, como una colección de sketches absurdos e irreverentes en los que Jude satiriza no solo el concepto de adaptación y el mito de Drácula, sino también algunos aspectos de la identidad rumana, aunque de una forma menos directa que en No esperes demasiado del fin del mundo. La película, que se ha rodado con un iPhone —pero con un enfoque más controlado que Kontinental '25—, se acerca más al formato del cabaret burlesco. Adonis Tanța ofrece una serie de giros excéntricos: como un extravagante maestro de ceremonias en el teatro underground Drácula, como un ayudante que escupe constantemente y cita a Heidegger en la viñeta que más se asemeja a una adaptación “convencional” de la leyenda, o como un granjero rumano que cultiva un campo entero de consoladores en lugar de maíz. A lo largo de episodios que abarcan más de un siglo, la película mantiene una estética teatral despojada, con un atrezo mínimo. Aunque minimalista en su puesta en escena, Dracula funciona como una apuesta maximalista para un público abierto a una muestra sostenida de humor deliberadamente vulgar dentro de una obra de autor, que es vulgar pero nunca simplista.

Dracula es una producción rumana, austríaca, luxemburguesa y brasileña de Saga Film, en coproducción con RT Features, microFILM, Paul Thiltges Distributions, Nabis Filmgroup, Samsa Film, Bord Cadre Films y Sovereign Films. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de  Luxbox Films.

(Traducción del inglés)

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