Crítica: Un anno di scuola
por Camillo De Marco
- VENECIA 2025: El segundo largometraje de Laura Samani es un coming-of-age en clave femenina que traiciona la carga revolucionaria de la protagonista en la novela homónima que adapta

Todo aquel que haya visto y disfrutado de Piccolo corpo [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Laura Samani
ficha de la película] (presentada en la Semana de la Crítica de Cannes en 2021 y aclamada por la crítica), dudará de si se ha equivocado o no de sala de cine al entrar a ver Un anno di scuola [+lee también:
tráiler
entrevista: Laura Samani
ficha de la película], el segundo largometraje de Laura Samani, que ha sido presentado en la sección Orizzonti de la Mostra de Venecia. La rigurosa Piccolo corpo, ambientada a finales del siglo XIX en un pequeño pueblo pesquero de Friuli, se rodó en lengua friulana y con cámara en mano, y narra una historia de dolor personal impregnada de realismo mágico. Por otro lado, Un anno di scuola está ambientada en 2007 y constituye una historia de paso a la adultez que aborda temas como la igualdad de género y el distanciamiento emocional, y todo ello sin renunciar a una cierta inclinación despreocupada por la comedia.
Nos encontramos en Trieste, en el año en que se amplía el espacio Schengen en Europa y desaparece definitivamente la frontera entre Italia y Eslovenia. A una clase de chicos de último curso de un instituto técnico llega Fred (interpretada por la debutante Stella Wendick), la hija de un directivo sueco al que han enviado a Trieste para aplicar un plan de despidos en la oficina local de una multinacional. Como bienvenida, los bromistas de sus compañeros de clase —que encarnan a su vez el machismo de la región— le esconden la ropa durante el entrenamiento de baloncesto, de modo que la joven se ve obligada a volver a casa vestida solo con una toalla. Sin embargo, la presencia de la despreocupada desconocida cataliza la atención de los estudiantes, sobre todo porque Fred está acostumbrada a pasar las tardes bebiendo cerveza con chicos y establece vínculos especialmente con un trío de amigos inseparables (Giacomo Covi, Pietro Giustolisi y Samuel Volturno, todos ellos debutantes). “Pero si ella es como un hombre más”, se defiende uno de ellos ante su novia, que le reprocha esa compañía nocturna mientras ella está sometida al “toque de queda”. La naturalidad nórdica de Fred en sus relaciones provoca cada vez más rivalidades y celos, que desembocarán en una ruptura antes de que termine el fatídico curso escolar.
La película, anunciada por unos créditos iniciales exuberantes y coloridos, está rodada por Samani —con la ayuda de la directora de fotografía Inès Tabarin— como una comedia juvenil con un ángulo y una sensibilidad decididamente femeninos, inspirada en las experiencias de tantas adolescentes que crecieron en un mundo dominado por los hombres. Su planteamiento ligero traiciona, de manera intencionada y necesaria, la novela homónima de Gianni Stuparich en la que se basa, que constituye a su vez una pequeña obra maestra de la literatura italiana de la que ya Franco Giraldi había realizado una miniserie televisiva en 1977. El libro, que fue publicado en 1929, en plena época fascista, está ambientado en la Trieste austríaca de 1909, cuando una nueva ley permite a las mujeres acceder al —hasta entonces negado—octavo año de instituto y, por tanto, a la universidad, allanando así el camino hacia un futuro de libertad e independencia. La protagonista, Edda Marty, representa un ideal femenino que solo podía nacer en ese cruce cultural de influencias centroeuropeas: frágil y fuerte al mismo tiempo, dulce pero irreverente y “temeraria”, como la define Stuparich. Si el libro expresa por un lado la dimensión íntima de ese sentimiento de fin de una inolvidable temporada sentimental, Edda —como ha señalado la ensayista Cristina Benussi— no encarna solo una experiencia personal, sino también un arquetipo femenino de emancipación, de modo que la novela refleja una transformación cultural que anticipa el papel público de las mujeres y la convierte en una mujer “revolucionaria para su época”.
Lamentablemente, no encontramos esta urgencia de cambio social en la película, sobre todo porque la persona que rompe los tabúes y desestabiliza el patriarcado es un sujeto extranjero, dado que, incomprensiblemente, se ha elegido como protagonista a una joven del norte de Europa, un cliché que hace referencia a los altos niveles de igualdad de género en esa región y que, lamentablemente, desactiva la posibilidad de identificar a la heroína de la película dentro del núcleo social local.
Un anno di scuola es una coproducción italo-francesa de Nefertiti Film con Rai Cinema, en coproducción con Tomsa Films y Arte France Cinéma. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Rai Cinema International Distribution.
(Traducción del italiano)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.