VENECIA 2025 Venezia Spotlight
Crítica: Made in EU
por Mariana Hristova
- VENECIA 2025: Stephan Komandarev firma otra lúgubre parábola ambientada en la periferia búlgara, esta vez sobre la explotación de los trabajadores en los márgenes del mercado único europeo

Después de haber retratado cómo la dignidad herida puede transformarse en fría indiferencia nacida de la desesperación en Las lecciones de Blaga [+lee también:
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entrevista: Stephan Komandarev
ficha de la película], ganadora del Globo de Cristal en Karlovy Vary, el cronista de la injusticia social Stephan Komandarev se centra ahora en otra figura femenina, tan debilitada por las circunstancias que es incapaz incluso de vengarse, por lo que solo le queda la opción de escapar.
El séptimo largometraje de Komandarev, Made in EU [+lee también:
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ficha de la película], presentado en la sección Venezia Spotlight del 82.º Festival de Venecia, es menos turbulento en sus giros argumentales, pero igual de categórico a la hora de retratar la vida en el rural búlgaro como un callejón sin salida. Sin embargo, en esta ocasión la crítica se dirige no solo a la corrupción local y la degradación moral, sino que se extiende a la configuración geopolítica y socioeconómica en la que se encuentra este país periférico de la Unión Europea: un territorio despoblado, reducido a una reserva de mano de obra barata. Si en Destinos [+lee también:
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ficha de la película] las terminales de los aeropuertos se presentaban como posibles salidas del túnel, y en Rounds [+lee también:
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entrevista: Stephan Komandarev
ficha de la película] el euroescepticismo se expresaba mediante insinuaciones sutiles, la crítica de Made in EU a la actitud despectiva hacia los “vecinos pobres” dentro de la comunidad europea resulta explícita. Así, se disipa cualquier ilusión de emigrar a Europa Occidental como una opción que realmente valga la pena.
La pálida y abatida Iva (Gergana Pletnyova), que tiene el aura de una mártir y el destino de una Cenicienta viuda a la que ningún príncipe vendrá a salvar, vive en un remoto pueblo búlgaro y trabaja como costurera en una fábrica local dirigida por un inversor italiano, que paga a sus empleados una miseria para producir ropa elegante para las grandes marcas. Tras denegarle la baja por enfermedad, a pesar de su fiebre persistente, oculta sin saberlo sus síntomas de COVID-19 hasta que es hospitalizada y recibe un diagnóstico que la marca como la “paciente cero” de la zona. Los medios de comunicación y la opinión pública la marginan; los planes de su hijo de emigrar a Alemania fracasan inevitablemente; su hermano (Gerasim Georgiev-Gero), que dirige la fábrica, se convierte en su mayor enemigo, y la única persona que la comprende parece ser el devoto Dr. Rusev (Ivaylo Hristov), condenado a ser víctima de su profesión. Los días de Iva en su ciudad natal están contados, pero vaya donde vaya seguirá formando parte del personal de servicio invisible para las clases privilegiadas en el supuestamente igualitario espacio europeo.
La ira en nombre de los desposeídos emerge como un subtexto palpable en esta película, que se intensifica gradualmente hasta el final, cuando se tararea el himno europeo (Oda a la alegría) en un tono amargamente irónico. Se trata de una ira plenamente justificada, pero al desatarse sin un análisis posterior está condenada a quedar sin resolver. Está dirigida contra la ética capitalista y la aplicación descarada de sus manifestaciones más brutales en la periferia de la Unión Europea, tratada como el Tercer Mundo, sin una reflexión más profunda sobre la propia contribución de Bulgaria a la situación, aparte de algunas insinuaciones sobre la falta de valentía e integridad locales, encarnadas por el hermano de Iva, que se aferra a su trabajo en lugar de defenderla. Los explotadores y las víctimas permanecen atrapados en sus roles, y estas últimas quedan con una imagen aún más debilitada, sin posibilidad de emancipación.
En cuanto a las cualidades artísticas de la película, si el talento dramático de Eli Skorcheva en Las lecciones de Blaga suscitaba una gama de emociones contradictorias, la presencia serena de Pletnyova en este caso evoca principalmente compasión, dejando los matices más complejos a los personajes secundarios, mientras que el lenguaje cinematográfico, una mezcla entre la estética de las series de televisión y toques de cinéma vérité, habría resultado mucho más inmersivo si se hubiera puesto mayor énfasis en esto último.
Made in EU es una coproducción entre la búlgara Argo Film Ltd, la alemana 42film GmbH y la checa Negativ Film Productions. Heretic Outreach se encarga de las ventas internacionales.
(Traducción del inglés)
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