Crítica: Babystar
por Veronica Orciari
- El valiente debut de Joscha Bongard explora el lado oscuro de las redes sociales a través de una estética de cine de autor y un inquietante relato familiar

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ficha de la película], el debut en el largometraje de Joscha Bongard, promete ser uno de los títulos más comentados de la sección Discovery del Festival de Toronto de este año, lo cual constituye la consecuencia directa de su ambientación profundamente contemporánea, que explora una sociedad dominada por las redes sociales. La película, coescrita por el propio director junto con Nicole Ruethers, cuenta la historia de Luca (Maja Bons), una adolescente que dio el salto a la fama desde el mismo día en que nació por las publicaciones en Internet que sus padres subieron de cada día de su vida familiar. Cuando su madre (Bea Brocks) se vuelve a quedar embarazada y, junto con su padre (Liliom Lewald), estalla de emoción, la joven comienza a darse cuenta del precio que estas decisiones han tenido en su vida.
La valía de Babystar reside principalmente en dos aspectos concretos. El primero de ellos es la estrecha relación que guarda con los problemas actuales derivados de las redes sociales y la exposición de la vida cotidiana a la mirada pública que implican. El segundo no es otro que el uso de su propio estilo como herramienta para transmitir una sensación de incomodidad, como si la cámara espiara a los personajes —especialmente a Luca— mediante un objetivo de ojo de pez y ángulos de cámara inusuales que, en cierto modo, recuerdan a la obra de Yorgos Lanthimos. El director examina el uso extremo de las redes sociales como una vía para abordar el tema de la descomposición familiar: Luca deja de sentirse parte de la familia al comprender que ha sido utilizada como un “instrumento” y una máquina de hacer dinero desde su nacimiento, algo que ahora también está ocurriendo con su hermana pequeña. No se trata de simples celos de primogénita, sino de una auténtica crisis existencial.
El largometraje de Bongard mantiene una frescura y un encanto que lo convierte en una película perfectamente compatible con Netflix, al tiempo que conserva su espíritu de cine de autor mediante técnicas poco convencionales y una fotografía (a cargo de Jakob Sinsel) meticulosamente cuidada y atrevida. Las interpretaciones —en especial la de Bons— resultan creíbles y perturbadoras por partes iguales, reforzando así con eficacia el tono general de la cinta. Aun así, Babystar pierde parte de su impulso a medida que avanza, ya que la tensión acumulada en la primera mitad no termina de resolverse en el acto final, de modo que, en lugar de seguir creciendo, parece ir desvaneciéndose poco a poco. La atmósfera inquietante se disipa demasiado pronto, lo cual puede llevar al público a sentirse algo decepcionado por lo abrupto de su desenlace.
Son muchas las líneas que podrían dedicarse a describir los intentos de la película de reflejar el mundo contemporáneo de hoy en día, pero lo cierto es que quedan vívidamente plasmados en las llamativas animaciones que aparecen al inicio de la historia. Su originalidad y frescura probablemente conquistarán al público, y el tema no podría ser más actual. En este sentido, Babystar ofrece un punto de vista interesante que solo unos pocos proyectos recientes han abordado de manera comparable.
Babystar ha sido producida por la alemana LiseLotte Films, en coproducción con ZDF – Das Kleine Fernsehspiel (el departamento editorial de ZDF para talentos emergentes) y Filmakademie Baden-Württenberg. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de The Yellow Affair (Finlandia/Reino Unido).
(Traducción del inglés)
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