Crítica: As We Breathe
por Mariana Hristova
- El primer largmetraje del turco Seyhmus Altun habla sobre un fuego lento dentro de una familia, y los intentos inconscientes de un padre y una hija para evitar que siga ardiendo

Todo comienza con la imagen de una chica que corre como si presintiera un desastre, seguida de la de un terrible incendio en una fábrica, con gente gritando en medio de las llamas como si el mismísimo infierno hubiera emergido en la Tierra. En el siguiente episodio, pasamos a un escenario más tranquilo: el ruidoso pero ordinario universo de la misma chica, Esma (interpretada por una Defne Zeynep Enci silenciosamente expresiva), que aún no sospecha hasta qué punto este incidente afectará a su vida y a la de su pueblo. El primer largometraje de Seyhmus Altun, As We Breathe [+lee también:
tráiler
entrevista: Şeyhmus Altun
ficha de la película], que acaba de estrenarse a nivel mundial en la sección Discovery del Festival de Toronto, alinea una sucesión de contrastes: entre una amenaza inminente y la comodidad doméstica, entre un cielo plomizo difuminado por el fuego y el humo y el verde brillante de los exuberantes prados bajo ese mismo cielo, entre los paisajes armoniosos y el caos interior de los personajes. Además de este complejo cuadro del entorno, uno de los aspectos que más impresionan del enfoque de Altun es su capacidad para desarrollar una trama impulsada sobre todo por cosas que faltan, en la que los actos y las reacciones de los personajes están determinados por ausencias, por fuerzas invisibles e irracionales que requieren intuición tanto por parte del autor como del espectador.
Lo que arde en el pueblo anatolio de Esma es la fábrica química local, que enferma a personas y animales y desata una crisis económica: su hermano mayor sangra por la nariz sin motivo, la tienda del pueblo deja de pagar los productos lácteos de la familia y su padre Mehmet (Hakan Karsak), como la mayoría de los hombres que dependían de la fábrica, se queda sin trabajo. Esta catástrofe industrial aumenta además la tensión que existe tácitamente entre Mehmet y Esma. Como padre soltero que debe cuidar solo de sus cuatro hijos y de su anciana madre (no hay rastro de la esposa, ni siquiera se sabe si está muerta o los ha abandonado), tiene una relación complicada con su hija, que entra en la adolescencia y se niega a ocupar el lugar de su madre, exigiendo además la atención paterna que siente que todavía necesita. La ausencia de la madre se percibe en el silencio incómodo que se produce cuando una voz en la radio menciona el Día de la Madre, en una conmovedora escena en la que una vaca lame a su ternero recién nacido, o cuando Esma se pone los auriculares para no oír el ruido de las tareas domésticas típicamente femeninas que se le imponen, pero se percibe aún más claramente en la ausencia de una verdadera conexión emocional y de ternura: Mehmet está a la deriva y se siente abandonado en la misión que le han encomendado las autoridades (evacuar a su familia lejos de los humos tóxicos), y se nota que lo que le retiene probablemente no son los obstáculos concretos, sino más bien el vacío emocional de su vida. Esma está aislada y privada de una figura femenina tan fundamental durante la adolescencia como es la de la madre, lo que la llevará a estallar a su manera para que finalmente se la tenga en cuenta.
As We Breathe es una película melancólica, soñadora y, en última instancia, poética; una obra que ni resulta fácil de descifrar ni —probablemente— lo pretende. Su encanto reside en la ambivalencia de lo que no se dice, en los suspiros contenidos y en las emociones que se revelan a través de miradas, gestos y movimientos. También se debe mucho a la mirada sensible del director de fotografía Cevahir Sahin, cuyas amplias composiciones en exteriores y sus primeros planos cerrados en interiores reflejan tanto la necesidad de espacio del alma como la estrecha realidad de la que es prisionera.
As We Breathe ha sido producida por la turca Jurnal Kolektif en coproducción con la danesa Punktur Pictures.
(Traducción del inglés)
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