Crítica: Bouchra
por David Katz
- Orian Barki y Meriem Bennani dirigen una autoficción animada y surrealista que reflexiona sobre la identidad queer, la creatividad y la diáspora norteafricana

El estilo de animación 3D de Bouchra, el innovador debut de Orian Barki y Meriem Bennani, se habría percibido en los años 2000 como sumamente vanguardista, con unos gráficos reservados únicamente a las consolas de videojuegos de alta gama y a la publicidad más sofisticada. Una década después, la capacidad de animar, sobre todo a los animales, dio sin duda un salto cuántico, y prueba de ello son el tigre fotorrealista de La vida de Pi o los simios del reboot de El planeta de los simios. Las cineastas, originarias de Tel Aviv y Casablanca respectivamente, aprovechan esta estética de los 2000, antaño futurista pero hoy desfasada, para su primer largometraje, generando así una sensación de extrañeza —sin llegar al “valle inquietante” — en torno a las imágenes y su propósito, interrogantes que surgen de forma natural del trasfondo de Bennani en el arte contemporáneo. Bouchra, que se estrenó la semana pasada en la sección Platform del Festival de Toronto, se proyectará a finales de este mes en la sección experimental Currents del Festival de Nueva York.
Pero esta inmersión sensorial —realizada con software de modelado 3D de código abierto, como hicieron el año pasado los productores de Flow [+lee también:
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ficha de la película]— se pone al servicio de una investigación profundamente personal sobre la herencia islámica marroquí de Bennani y su peso en su identidad actual como artista queer en Nueva York. En particular, los personajes que aparecen en cada escenario se representan como animales antropomórficos y bípedos: las protagonistas, Bouchra y su madre Aicha, son coyotes con un aspecto feroz, pero una personalidad adorable. Si bien es cierto que el público ha establecido paralelismos con la película de animación de Disney Zootrópolis, quien escribe estas líneas ha visto en Bouchra un parentesco más estrecho con la exitosa serie de Netflix BoJack Horseman, ya que ambas filtran la vida contemporánea y las neurosis creativas a través de una neblina que distorsiona la realidad.
Bouchra (a la que pone voz la propia Bennani) mantiene una estrecha relación con Aicha, a pesar de la distancia geográfica y la incomodidad que siente por la manera en que, nueve años antes, reveló su atracción por las mujeres por medio del recurso altamente dramático de una carta escrita a mano, incapaz de explicarse verbalmente. Una llamada telefónica transatlántica actúa como detonante y marco narrativo para embarcarse en un nuevo proyecto artístico, casualmente aprobado por su ex, Nikki (Ariana Faye Allensworth), caracterizada con humor como un estereotipo de la creative class neoyorquina adicta al café con leche. Las secuencias fluyen sin interrupción entre Nueva York y la Casablanca de su infancia, definidas respectivamente por encuentros esporádicos que no escatiman en escotes y traseros peludos, así como por tensiones domésticas en la antigua casa familiar. Bouchra también ve compulsivamente en su móvil programas marroquíes de gran popularidad —como un empalagoso show de llamadas en horario de máxima audiencia—, un recurso visual que le permite reconectarse con su vida anterior. Los bocetos de storyboard que prepara en su apartamento acaban transformándose en escenas completas, dejándonos plácidamente a la deriva e inseguros de si estamos viendo el montaje final de la película de Bouchra o la verdadera inspiración que la impulsa.
La animación evoca con gran precisión una época pasada, lo cual ayuda a transmitir el mensaje de emancipación de la película, aunque deja en el aire algunas preguntas sobre la intención artística. ¿Debemos entenderla como irónica, absurda o subversiva? Y dado que los diálogos provienen de amigos y familiares reales de las directoras, ¿es la animación una alternativa ingeniosa al realismo visual más prosaico? Bouchra no es lo bastante revolucionaria como para parecer “nueva”, pero está hecha con tanta inteligencia y rigor que consigue convencernos de que los gráficos de PlayStation 2 y la autoficción pueden, en efecto, convivir en perfecta armonía.
Bouchra es una coproducción entre Italia, Marruecos y Estados Unidos, de la que se han encargado Fondazione Prada, 2 Lizards Production, Hi Production y SB Films. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Lucky Number.
(Traducción del inglés)
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