Crítica: Laundry
por Olivia Popp
- La directora Zamo Mkhwanazi, nacida en Durban, sorprende con su primer largometraje, un relato de paso a la adultez ambientado en el Johannesburgo del Apartheid en los años 60

Laundry, ambientada en el Johannesburgo de 1968, en pleno apartheid sudafricano, muestra el gran sentido del estilo de la cineasta Zamo Mkhwanazi, nacida en Durban, así como su aguda capacidad para capturar una época y un lugar, especialmente este violento periodo de la historia del país. Mkhwanazi ha estrenado anteriormente sus cortometrajes en la Quincena de Cineastas de Cannes y en Toronto, mientras que Laundry participó como work in progress en el Atlas Workshops del Festival de Marrakech el pasado diciembre (ver la noticia). La cinta acaba de estrenarse en la sección Discovery del Festival de Toronto, que ofrece un escaparate único para cineastas que presentan sus primeras o segundas obras.
Mientras que Khuthala, un músico talentoso de 16 años que puede tocar cinco instrumentos (interpretado por el actor de televisión y cantante Ntobeko Sishi), solo sueña con una carrera en la música, su hermana pequeña, Ntombenhle (Zekhethelo Zondi), experta en tecnología, está más interesada en estudiar manuales de secadoras, para orgullo de su padre Enoch (Siyabonga Melongisi Shibe), quien regenta la lavandería industrial que da título a la película en inglés. Sin embargo, Enoch prepara a Khuthala para hacerse cargo del negocio, situado en un barrio exclusivo para blancos debido al estatus de Enoch como “nativo exento”, un sudafricano negro al que se le concedieron privilegios especiales.
Dado que los diálogos de la película se desarrollan principalmente en zulú, escuchar ese primer fragmento en inglés es como recibir una bofetada, mientras que las siguientes escenas (en las que los burócratas afrikáners se burlan de Enoch de forma brutalmente racista) helarán la sangre a los espectadores. Aunque la película parece estar a punto de adentrarse, en ocasiones, en un tono más ligero y agradable, Mkhwanazi nos devuelve rápidamente a la realidad para que los espectadores recuerden, una y otra vez, la vida cotidiana de los sudafricanos negros durante el apartheid.
La madre de Khuthala, Magda (Bukamina Cebekhulu) finge no saber nada sobre las aventuras de su marido con la cantante Lilian (Tracy September, que también participa en la banda sonora de la película), consciente de que él mantiene a flote económicamente a su familia. El ingenuo Khuthala comienza a suplicar a Lilian que le dé la oportunidad de unirse a su banda y hacer una gira por Estados Unidos, como si no fuera consciente de los complejos aspectos políticos, tanto personales como raciales, de la situación. Esto nos lleva al mundo de las maravillas estilísticas que Mkhwanazi ha elaborado con gran cuidado. El diseño de producción (a cargo de Gavin Scates) deslumbra con colores vivos y detalles de época, desde los interiores de las viviendas hasta el vestuario de Nompumelelo Sinxoto, que nos transporta instantáneamente al Johannesburgo de hace unas décadas.
El mayor logro de Mkhwanazi es introducir e integrar el contexto histórico sin que la película resulte expositiva o didáctica, aunque el propio viaje iniciático de Khuthala, dividido entre los intereses familiares y personales, comienza a quedar relegado a un segundo plano. La primera mitad de la película brilla gracias a la atención que la cineasta y guionista pone en la creación de escenas tensas centradas en los personajes, mientras que la segunda mitad comienza a fragmentarse con subtramas que se alargan demasiado. Sin embargo, el devastador desenlace de Laundry nunca parece una salida fácil, convirtiendo este debut cinematográfico en una experiencia inolvidable.
Laundry es una producción suizo-sudafricana a cargo de Akka Films y Kude Media.
(Traducción del inglés)
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