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SAN SEBASTIÁN 2025 Competición

Crítica: Maldita suerte

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- Las espectaculares localizaciones asiáticas de la nueva película del director de Cónclave poseen más atractivo que su intrincada y vacía trama, protagonizada por un esforzado Colin Farrell

Crítica: Maldita suerte
Colin Farrell en Maldita suerte

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, largometraje que ya compitió, como ahora éste, en este mismo Festival de San Sebastián, en cuya edición número 73 el cineasta alemán acaba de presentar su último trabajo.

Este narra el vía crucis de Lord Doyle, de profesión estafador y adicto al juego (al que da vida un esforzado Colin Farrell intentado salvar un personaje carente de empatía) que no para de apostar en los rutilantes casinos de Las Vegas asiática. Acuciado por las deudas, encontrará a una misteriosa mujer que dará un giro a su existencia (encarnada por la actriz china Fala Chen) mientras le persigue otra (interpretada por una histriónica Tilda Swinton que no parece creerse su rol) para que salde una de sus muchas cuentas pendientes.

Saturada de colores intensamente abrasivos por gentileza del director de fotografía James Friend, Maldita suerte se asemeja peligrosamente a unos fuegos artificiales de verano o una bola de discoteca. Apuntalada por una épica, operística e impertinentemente invasiva banda sonora de Volker Bertelmann, que parece haber invocado -a la hora de componerla- a su compatriota Richard Wagner, la cinta se basa en la novela Ballad of a small player, de 2014, escrita por el periodista británico afincado en Bangkok Lawrence Osborne, adaptada a la pantalla por Rowan Joffe. Con cierto halo existencial, la película acompaña sin respiro a un personaje perdido entre el barroquismo luminoso de un mundo moderno donde lo material adquiere demasiada importancia.

Pero el problema es el tono del largometraje, que se mueve entre el exceso, la acumulación y la parodia, con un personaje central tan errático como la propia narrativa de la cinta, que provoca tanta confusión como empacho en el espectador. Porque ese deambular por ese Macao majestuoso y kitsch al mismo tiempo no acaba de atrapar al público más allá de, como hemos señalado anteriormente, sus fotogénicas localizaciones.

A pesar de su intento de enarbolar un discurso sobre espiritualidad y en contra de la ambición y el materialismo, y su final de redención/salvación, Maldita suerte acaba resultando una ruidosa colisión de elementos que no acaban de armonizar: una imitación del nervioso montaje y los planos egocéntricos del Casino de Martin Scorsese, llevando hasta la saturación el cromatismo del cine del demasiado copiado Wong Kar Wai y las payasadas de un gran guiñol vacuo, pero con ínfulas de trascendencia, que no pasa de ser una sucesión de vistosas imágenes, sobrado brilli-brilli y un corretear agotador de personajes al borde de un ataque de inconcreción.

Maldita suerte es una producción de Good Chaos (Reino Unido), Nine Hours (Alemania) y Stigma Films (Reino Unido) para Netflix, plataforma que la estrena el 29 de octubre.

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