Crítica: Les Filles du Ciel
por Aurore Engelen
- La actriz belga Bérangère McNeese presenta su primer largometraje como directora, sobre una joven que se fuga y que encuentra sus alas en la sororidad

La 40.ª edición del Festival Internacional de Cine Francófono de Namur permitirá al público descubrir el primer largometraje de Bérangère McNeese, Les Filles du Ciel [+lee también:
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ficha de la película], que se estrena en la competición oficial del certamen. La actriz, a la que el gran público conoce por los memorables papeles que ha interpretado en varias series francesas de éxito (entre ellas, por supuesto, ACI: Alta Capacidad Intelectual, que fue todo un éxito de audiencia en TF1, pero también la serie de comedia negra Des gens bien, emitida en Arte), también se ha hecho un nombre como cineasta gracias a varios cortometrajes, entre los que se encuentra Matriochkas, que obtuvo varios premios en el circuito de festivales y fue galardonado con el Magritte al mejor cortometraje de ficción en 2020. Este último giraba en torno a la joven actriz francesa Héloïse Volle, que fue una verdadera fuente de inspiración para la directora y que ha vuelto a unir fuerzas con ella para protagonizar su primer largometraje.
Les Filles du Ciel cuenta la historia de Héloïse (interpretada, naturalmente, por Héloïse Volle), una joven estudiante de secundaria que, enfadada con el mundo, se escapa de su centro de acogida —donde oculta una relación amorosa problemática— y termina refugiándose, por casualidad, en la casa de un grupo de chicas que vive en el séptimo piso de un edificio de viviendas sociales. Allí arriba, en “el cielo”, forman una pequeña comunidad que acoge, integra y protege a la recién llegada: un cálido refugio en medio de una vida caótica. Arriba, como abajo, es una para todas y todas para una. Mallorie (Shirel Nataf), cuyo tono de voz es afilado y potente, ejerce de hermana mayor descarada; Jenna (Yowa-Angélys Tshikaya), más sombría, desprende un aura de líder involuntaria; mientras que Mona (Mona Berard) se comporta de una manera reservada que parece indicar que, tal vez, tiene la mente en otra parte. Sin embargo, inevitablemente, de vez en cuando hay que volver a poner los pies en la tierra. Esta sororidad ha establecido sus propias reglas y principios, una especie de mandamientos para sobrevivir al mundo exterior: no traigas tus problemas, no cuestes dinero, aporta ingresos, y sobre todo, no mientas. Para ganarse la vida, algunas trabajan en una discoteca, y otra en un supermercado. Es todo un arte de la supervivencia, donde se flirtea con los límites, se transforman las debilidades en posibles fortalezas y se reclama lo que a una le corresponde, y todo ello sin dejarse pisotear por nadie. Pero cuando se juega con fuego, es fácil acabar quemándose las alas.
Les Filles du Ciel borda, con una modernidad vibrante, el tema de la rabia de las chicas jóvenes. Mallorie, Jenna y Mona exteriorizan su indignación ante la precariedad que les impide soñar a lo grande, los modelos que se les imponen y la cosificación de unos cuerpos que ellas reivindican como propios, y que acaban por convertir en armas en lugar de debilidades. La mirada Héloïse —y, a través de ella, también la nuestra— se posa sobre esta pequeña comunidad autogestionada, basada en la ayuda mutua y el compañerismo, pero a la vez sometida al peso del exterior y a los riesgos que implica pertenecer a un grupo: su papel protector, sí, pero también su posible tendencia a la censura. El relato mantiene una textura áspera y auténtica a través de la que observa con ternura la fuerza de estas chicas sin ignorar sus aristas, y lo hace gracias a las interpretaciones desarmantemente naturales de las cuatro jóvenes actrices, que aprovechan al máximo la oportunidad que estos primeros grandes papeles les ha brindado.
Les Filles du Ciel es una producción de Kwassa Films (Bélgica) y Paprika Films (Francia), y las ventas internacionales de la película corren a cargo de Be For Films.
(Traducción del francés)
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