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LONDRES 2025

Crítica: Hamnet

por 

- Jessie Buckley y Paul Mescal entregan unas apasionadas interpretaciones en el drama de Chloé Zhao, que va tanto a por los premios como a por las lágrimas, sobre la vida de William Shakespeare

Crítica: Hamnet
Jessie Buckley y Paul Mescal en Hamnet

“¡No! No soy el príncipe Hamlet, ni estaba destinado a serlo”, dice un célebre comentario sobre la obra homónima de Shakespeare en el poema modernista La canción de amor de J. Alfred Prufrock, de T. S. Eliot. En lugar de limitarse a ofrecer una puesta en escena como cualquier otra de Hamlet, uno de los textos más célebres de la literatura universal, la ganadora del Óscar Chloé Zhao opta por sortear la vía más segura al situar su nueva película, Hamnet [+lee también:
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—adaptación de la popular novela de Maggie O’Farrell—, en el contexto de la composición de esta “tragedia de venganza”, revelando así la poco convencional fuente de inspiración que motivó su escritura. La película, cuyo gran mérito no es otro que el de privilegiar a la esposa del Bardo de Avon, Agnes (Jessie Buckley), y convertirla en una igual —aunque se echa en falta la manipulación emocional a la que también se atreve—, fue muy bien recibida por la crítica y el público desde su estreno en el Festival de Telluride, tras lo cual se trasladó a Toronto. Ahora forma parte del programa de la Mayor of London’s Gala del Festival BFI de Londres.

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Tras la difícil experiencia de dirigir la película de superhéroes de Marvel Eternals, Zhao regresa a un registro dramático más afín, mostrando nuevamente su marcada influencia de Terrence Malick al imaginar Stratford-upon-Avon, el célebre lugar de nacimiento de Shakespeare, como un Edén incorrupto, lleno de frondosos bosques y vida aviar, y protegido a su vez de la agitación social de la Inglaterra jacobina. Pero todo esto no evita que Agnes y Will (como se le llama durante la mayor parte del largometraje, encarnado con gran autoridad por Paul Mescal) sigan siendo presencias inconformistas en este entorno, ya que se rumorea que ella desciende de “brujas del bosque” paganas, mientras que él se siente prisionero de su trabajo como maestro de latín del pueblo y sueña con los escenarios londinenses. El guion de Zhao y O’Farrell brilla especialmente cuando permite que la futura reputación de Shakespeare planee suavemente sobre estos modestos acontecimientos, y todo ello mientras vemos cómo el dramaturgo se siente encadenado a una unión doméstica que, a su vez, refleja las limitadas posibilidades de las mujeres en aquella época.

Agnes acaba teniendo tres hijos: una hija, Susanna (Bodhi Rae Breathnach), y los mellizos Hamnet (Jacobi Jupe) y Judith (Olivia Lynes). En una época en la que llegar a la adolescencia ya era todo un logro, Hamnet muere víctima de una de las sucesivas “plagas”, lo que sume a Agnes en una profunda tristeza y a Will en un sentimiento de culpa, ya que, al convertirse en un dramaturgo de éxito en Londres, ha dejado sobre su esposa todo el peso de la vida doméstica. Zhao nos invita entonces a ver la escritura de Hamlet como una respuesta directa a ese dolor y al proceso de duelo: desde la similitud del nombre hasta la manera en que la obra asocia el trauma y la inacción con la intensidad devoradora de la pérdida de un ser querido.

La representación final de Hamlet en el célebre teatro Globe imagina ingeniosamente la obra como una especie de más allá, en el que el príncipe danés llora por un padre que yace perdido en “el otro lado”, el mundo “real” en el que trabaja incansablemente —una idea, por cierto, muy propia de Malick—. Hamlet —o Hamnet— vive ahora en el mundo de la representación teatral, capaz de renacer una y otra vez de la mano de las diversas puestas en escena que se van sucediendo con el paso de los siglos, convirtiéndose así en alguien verdaderamente inmortal, mientras sus padres, tarde o temprano, habrán de morir. Sin embargo, el principal defecto de la película de Zhao reside en su forma de abordar esta idea sugerente mediante una fuerza emocional cínicamente coercitiva, buscando la catarsis por medio de la provocación de las lágrimas del espectador. La película, que termina con un nuevo arreglo de la famosa canción “On the Nature of Daylight”, de Max Richter —muy recurrente en el cine—, acaba yendo en contra del espíritu de Shakespeare al utilizar su dramaturgia únicamente por su valor terapéutico. El resto no es silencio, sino una cascada de incesantes lágrimas.

Hamnet es una producción del Reino Unido y Estados Unidos, de la que se han encargado Hera Pictures, Neal Street Productions, Amblin Entertainment y Book of Shadows. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Universal Pictures.

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(Traducción del inglés)

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