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ROMA 2025

Crítica: Leila

por 

- La película de Alessandro Abba Legnazzi reconstruye una separación a través de la mirada de quien la ha sufrido: el propio director y su hija

Crítica: Leila

Con Leila, que se estrenó en la sección Panorama Italia de Alice nella Città en la Fiesta de Cine de Roma de este año, Alessandro Abba Legnazzi, junto con Clementina Abba Legnazzi y Giada Vincenzi, ha dirigido un pequeño y delicado proyecto que oscila entre un documental y escenas representadas, intentando armar las piezas de una familia herida a través de las lentes de una imaginación compartida.

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La historia gira en torno a Clementina, una niña de nueve años que vuelve con su padre, Alessandro, a la casa de la montaña en la que la familia solía pasar sus vacaciones. Es un lugar simbólico lleno de ausencias; fue allí, donde unos años antes, Clementina se despertó y se encontró a su madre lista para irse, con la mochila en los hombros y sin ninguna explicación satisfactoria. Cuando se le pregunta “¿por qué?”, su padre prefiere no abordarla con la verdad. En cambio, evoca un universo de fantasía en el que ambos se convierten en Leila y Tonio, unos excéntricos aviadores en una misión imaginaria de encontrar a su madre.

La película es entonces una reconstrucción de una separación que se observa desde el punto de aquellos que lo experimentaron, pero también es un ejercicio de procesar el dolor mediante la narrativa. Lo que hace que el proyecto sea tan singular es que Alessandro y Clementina no están actuando -son realmente padre e hija- y su juego se convierte en una herramienta con la que superar un hueco emocional aún presente.

Leila, que está grabada con tonos apagados, con una cinematografía que se mueve entre la blancura de la montaña y los interiores domésticos, construye un discurso visual persistente con su naturaleza íntima. El montaje discreto y respetuoso de Enrico Giovannone, acompaña al diálogo entre la realidad y la ficción, dejando espacio a los silencios, a los gestos cotidianos y a las conversaciones entre padre e hija.

Sin embargo, el resultado no está exento de limitaciones. En algunos momentos, la película parece demasiado apolínea y controlada, como si la puesta en escena hubiera optado por contener la emoción, en lugar de explorarla a fondo. El dolor de la separación, sobre todo en las fases más agudas, parece ya superado, o al menos se mantiene a distancia, lo que reduce el impacto emocional potencial. Las conversaciones, aunque sinceras y cariñosas, revelan poco sobre el conflicto original, y los pocos flashbacks que aparecen no son suficiente para expresar la complejidad de un trauma familiar.

Aún así, Leila tiene una gracia propia, con un tono elegante que nace de la simplicidad y del enfoque elegido. La razón de ser de la película es mostrar cómo la imaginación puede ser un método de curación, un puente entre dos generaciones que aprenden a redefinir sus espacios y sus roles. En este sentido, la dimensión juguetona no es tanto una forma de escape de la realidad, sino una forma de reclamarla.

Es difícil imaginarse que Leila disfrute de una circulación más allá de los contextos orientados a los jóvenes como en el caso de Alice nella Città: su lenguaje se basa en una forma extrema de intimidad que quizá no traspase los límites de una historia personal.

Sin embargo, en esta elección mesurada reside su pureza: la de una película pequeña, sincera y consciente de sí misma que, a su manera, consigue hablar del dolor y el renacimiento con modestia y delicadeza.

Leila es una producción italiana de Start.

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(Traducción del inglés por Paula Gomis Montiel)

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