email print share on Facebook share on Twitter share on LinkedIn share on reddit pin on Pinterest

REINO UNIDO Estados Unidos

Crítica: Anemone

por 

- Tras una ausencia de ocho años, Daniel Day-Lewis protagoniza la ópera prima de su hijo Ronan, un drama familiar que se pierde entre momentos demasiado contemplativos y visiones simbólicas

Crítica: Anemone
Daniel Day-Lewis en Anemone

En las últimas décadas no solo hemos “matado a Dios”, como explicó Nietzsche, sino que también hemos empezado a eliminar a los padres. Hoy en día hablamos de ellos con una asiduidad casi obsesiva, mientras palabras como paternalismo y patriarcado invaden el debate público, asociadas a la idea de dominación y violencia masculina. Pero, ¿y los hijos? Tras la revuelta antigenealógica y los intentos de escapar de los círculos viciosos, ahora lamentamos la ausencia de los padres y su tendencia a abdicar. La literatura y el cine han explorado diligentemente la complejidad y las contradicciones de los códigos afectivos, revelando la fuerza y la fragilidad de los lazos familiares. Esto es precisamente lo que hace Ronan Day-Lewis, de veintisiete años, en su ópera prima, Anemone, presentada en el Festival de Cine de Nueva York a finales de septiembre, tras su paso por el BFI de Londres y la Fiesta del Cine de Roma, donde ganó el premio a la mejor ópera prima en la competición Alice nella Città. La cinta se estrenará en los cines italianos el 6 de noviembre a través de Universal Pictures International Italia y en el Reino Unido el 7 de noviembre de la mano de Universal Pictures International UK. Para el director, Anemone representa un cruce entre el cine y la vida real: su padre, el tres veces ganador del Óscar Daniel Day-Lewis, coescribió el guion junto a él, y la película supone además su regreso a la interpretación por primera vez tras ocho años de ausencia.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)
cinemamed2025

Daniel Day-Lewis interpreta a Ray Stoker, un exsoldado británico recluido en los bosques del norte de Inglaterra por un presunto “crimen de guerra” cometido mientras luchaba contra el IRA durante los primeros conflictos en Irlanda del Norte. Un día, su hermano Jem (Sean Bean), que vive en Sheffield con la mujer de Ray, Nessa (Samantha Morton), y el hijo adolescente de ambos, Brian (Samuel Bottomley), se sube a su Honda Africa Twin y va a visitarlo. Brian muestra signos de un malestar que se desliza cada vez más hacia la ira: casi mata a golpes a otro chico que se burló de él porque su padre lo abandonó antes incluso de que naciera. Jem insiste en que Ray debe volver a casa y “ocupar el espacio” al que ha renunciado. En resumen, Telémaco necesita a su padre ausente, Ulises.

En el corazón del bosque, los dos hermanos entablan una lucha dialéctica, desenterrando todos los fantasmas del pasado, junto con las cicatrices dejadas por las bombas del IRA, que causaron matanzas en pubs. Son recuerdos que Ray no puede olvidar: un padre violento (que cultivaba las anémonas del título) y los abusos sexuales por parte de un sacerdote, el padre Rippon (“Nunca hemos tenido suerte con los padres, ¿verdad?”, concluye con sarcasmo). Ray se burla de la fe inquebrantable de Jem. La vida le ha enseñado a no creer en nada. Relata con detalle su venganza infantil contra el padre Rippon, lo que muestra la conciencia del director sobre la importancia de la religión al abordar un drama familiar ambientado en el norte de Inglaterra.

El largo enfrentamiento entre los dos hermanos se ve reforzado por la banda sonora de Bobby Krlić, cuya guitarra recuerda al sonido característico de The Cranberries: una mezcla de dream pop, música folk irlandesa y brit rock. La fotografía de Ben Fordesman está al servicio de la sensibilidad del director, que antes de dedicarse al cine se hizo un nombre en el mundo de las artes visuales, utilizando pasteles al óleo sobre lienzo en un estilo que él mismo ha descrito como “romanticismo punk”. Las imágenes y la composición dentro del espacio están muy cuidadas, aunque a veces de forma excesiva. El ritmo es tan lento que va en contra de cualquier construcción dramática coherente. Los dos largos monólogos del siempre extraordinario Daniel Day-Lewis se diluyen en una prolongada exploración de la pérdida y recuperación de su identidad como padre, que el director concreta a través del viaje catártico de los hermanos por la naturaleza. En conjunto, Anemone se habría beneficiado de un montaje más ajustado, renunciando a algunos momentos excesivamente contemplativos y a ciertas visiones demasiado simbólicas y pesadas.

Anemone es una producción de las británicas Granada Films y Absinthe Film Entertainment, en colaboración con las estadounidenses Focus Features y Plan B.

(El artículo continúa más abajo - Inf. publicitaria)

(Traducción del italiano)

¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.

Privacy Policy