BLACK NIGHTS 2025 Competición óperas primas
Crítica: A Safe Place
por Mariana Hristova
- El primer largometraje de la rumana Cecilia Ștefănescu explora la apatía de la pequeña burguesía a través de un anémico triángulo amoroso

Lidiar con problemas de gente que no tiene problemas reales en un contexto de Europa del Este es un esfuerzo excepcional, y solo por ello, la prometedora directora Cecilia Ștefănescu se merece una palmadita en la espalda. Su audaz esfuerzo en este sentido, A Safe Place, que actualmente compite en la Competición de óperas primas en el Festival Black Nights de Tallín, es un drama moral sobre el aburrimiento conyugal y el malestar existencial de la clase media. Sin embargo, el conflicto parece muy doméstico y la estética demasiado mundana para una supuesta contemplación de la alineación íntima, mientras que el final, en el que el hombre de forma violenta demuestra quién manda, acaba con cualquier ambición residual de reflexión filosófica. Es como si el escenario balcánico resultase ser inadecuado para un debate profundo sobre el declive de los deseos en un ambiente excesivamente cómodo y resguardado, falto de retos.
Dos parejas con niños están pasando sus vacaciones de verano juntas en una casa remota en la playa. No se trata de la Riviera sino de algún lugar perdido de la costa del norte del Mar negro, en Bulgaria, pero aún así es un ambiente en el que nada debería interrumpir su felicidad. Pero Luciana (Marina Palii) está algo melancólica y no hace caso de la mano de su marido (Virgil Aioanei) que se adentra rápidamente en su bikini —se trata de una invitación rápida a tener sexo mientras los niños chapotean en el mar— ni tampoco muestra mucho entusiasmo durante las risas y las conversaciones vacías de la noche, mientras su amiga Cristina (Bianca Cuculici) se besa con su marido (Rolando Matsangos). Las cosas empiezan a cambiar cuando aparece de la nada un chico supuestamente cualquiera llamado Vladimir (Emil Măndănac), que es todo lo contrario al marido de Luciana; de hecho, ella comparte un pasado distante y frustrado con Vladimir, que más tarde empieza a salir a la luz. Su tristeza parece hacerse más profunda cuando el aburrimiento que nace de la falta de anhelo, se convierte en celos y ansiedad de no poder conseguir este deseo que ha surgido finalmente.
“¿Qué cojones le pasa a Luciana?” es la pregunta que no solo preocupa a su frustrado marido, sino que también se entrelaza a lo largo toda la película y la envuelve torpemente en un falso misterio. ¿Es simplemente una ama de casa solitaria que está reprimida por su marido dominante, que la prefiere vulnerable e indefensa en un lugar muy seguro para despertar una vida vibrante, o solo está disgustada por sus alardes primitivos de deseo, sus divagaciones nacionalistas sin sentido en la cena, o por su comportamiento posesivo en general, todas ellas acciones que matan el amor? ¿O quizás su alma está llena de excesivo sentimentalismo y sufre de una falta de excitación romántica, o sobreestima el sexo y el amor, como sugiere Vladimir? Sea cual sea la respuesta, su deambular sin rumbo y sus suspiros vacíos, que se expresan a través de la mirada sensible y el rostro enfadado de Marina Palii, no provocan demasiada empatía, un sentimiento que probablemente comparte la directora, ya que la agresiva escena final llega casi como un castigo merecido para una niña mimada que necesita una paliza para volver a enderezarse. La cámara del director de fotografía Luchian Ciobanu contempla a la heroína de forma insistente e inquisitiva, como si intentara descubrir una profundidad ambiciosamente inculcada en un personaje que, en última instancia, resulta superficial, y que ni los diálogos, ni las situaciones dramáticas, ni la actuación logran sacar a la superficie.
A Safe Place es una producción rumana de Point Film en coproducción con Avanpost Media.
(Traducción del inglés por Paula Gomis Montiel)
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