BLACK NIGHTS 2025 Critics’ Picks
Crítica: Oh, What Happy Days!
- Los secretos del pasado, el conflicto social y político y las relaciones familiares complicadas son los principales elementos de la vanguardista película de Homayoun Ghanizadeh

Una videollamada que involucra de dos a cinc personas. Las sombras del pasado. Conflictos políticos y de clase. Secretos desenterrados. Un trato que necesitar hacerse cueste lo que cueste, incluyendo chantaje y engaño. Todo esto se puede encontrar en la película vanguardista, muy inusual e incluso peculiar, Oh, What Happy Days! de Homayoun Ghanizadeh, que se acaba de estrenar en la competición Critics’ Picks del Festival Black Nights de Tallín.
Hashemi (Navid Mohammadzadeh), que posee un vídeo comprometido, está chantajeando a la actriz Homa (Golshifteh Farahani en su primer papel en una película iraní desde que se fue al exilio). Hashemi era el hijo de la criada principal de la finca su familia antes de la revolución de 1979, y ahora puede o no ser un agente del estado. Para evitar una humillación pública por el vídeo viral, Homa debe persuadir a su abuelo exiliado (“el padrino del cine iraní”, Ali Nasirian) para hacer un trato con él sobre la finca, o de lo contrario, el gobierno la embargará. Para conseguirlo, Homa intenta confiar en su tía (la artista de renombre Shirin Neshad) y su tío (Payman Maadi), también exiliados, para convencer a este anciano obstinado que se aferra a rencores de décadas.
Obligada a participar en una videollamada de Zoom que se desarrolla en tiempo real, Home descubre una parte de la historia de su familia y de su país, y se vuelve consciente de los conflictos políticos y de clase antes y después de la revolución. También conoce la verdad sobre la muerte de su padre, a quien incriminaron en la turbulenta época postrevolucionaria, la de su tío, que nunca llegó a la adultez, y lo que realmente significa el término “días felices” (en referencia a la época anterior a la revolución) para personas de diferentes clases sociales. El precio de la felicidad de unos pocos elegidos lo pagaron muchos…
Aquello que vemos es el mismo plano medio alto desde una posición fija que imita el ángulo de una cámara de un portátil, tanto en un solo plano como en una pantalla dividida en cinco secciones. La composición y la posición de planos individuales en el mosaico a veces sugiere una especie de código, ya sea en relación con la clase social, la edad o el grado de poder actual. El “vestuario” que llevan los personajes es el mismo, como, por ejemplo, uniformes de prisión, y el diseño de producción consiste en la misma pared desnuda, un escritorio y una silla. Normalmente, todo está en blanco y negro, pero en ocasiones se impregna de color, por razones obvias o aparentemente sin razón alguna.
Homayoun Ghanizadeh, que también tiene experiencia en el teatro, describe su método para Oh, What Happy Days!, como “cine de maleta”, ya que se grabó en diferentes localizaciones, desde Irán hasta los Estados Unidos, pasando por París, con el director viajaba entre los actores. El resultado es una obra cinematográfica vanguardista y arriesgada que habla mucho del pasado y del presente, del desplazamiento, de la separación del país natal y su cultura, e incluso del sentimiento de sentirse atrapado en él, ya que en este caso gobierna un régimen debilitado que se niega a rendirse.
La cuestión aquí es cuánto tardará en desaparecer el principal reclamo (que quizás nos recuerde al temido “cine del COVID-19), pero la respuesta puede sorprendernos. La historia es cautivadora y se cuenta de forma fluida y natural, de forma que no insulta a la inteligencia del espectador, además, la excelente actuación de estas contemporáneas y antiguas estrellas del cine iranís transmite un gran abanico de emociones. Oh, What Happy Days! puede que incluso abra una vía completamente nueva en el cine.
Oh, What Happy Days! es una coproducción entre Irán, Francia, los Estados Unidos y Canadá por medio de OWHD Productions y Ava Studios.
(Traducción del inglés por Paula Gomis Montiel)
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