BLACK NIGHTS 2025 Competición óperas primas
Crítica: Lady
por David Katz
- La salvaje comedia fantástica de Samuel Abrahams sigue a un director que rueda un documental sobre una misteriosa aristócrata, a la que da vida Sian Clifford, conocida por Fleabag

El primer largometraje de Samuel Abrahams, Lady [+lee también:
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ficha de la película], seleccionado en la competición de óperas primas del Festival Black Nights de Tallin tras su estreno mundial en el BFI de Londres, se presenta como uno de esos documentales sensacionalistas sobre individuos problemáticos, tan comunes en la televisión, aunque en este caso está completamente escenificado. A estas obras se las suele llamar “mockumentaries”, pero el término tampoco describe a la perfección Lady, ya que no pretende exactamente jugar con el estándar de verdad que espera el público. Encaja mejor en la categoría de “found footage”, por lo general asociada al terror moderno, que Abrahams emplea aquí como un recurso visual singular para su tono de comedia fantástica y maníaca.
Sian Clifford, conocida principalmente por su papel en el fenómeno televisivo de finales de los 2010 Fleabag, es la Lady Isabella del título, una mujer solitaria que vive en su mansión de Ravenhyde Hall. Es una aristócrata venida a menos que se rebela contra el aislamiento que le ha reportado su privilegio. Laurie Kynaston es Sam, un pardillo con gafas inspirado en el propio director, que replica su trayectoria en cortos y anuncios nominados al BAFTA. El joven ha aceptado un encargo, al parecer de Netflix, para seguir a Isabella mientras persigue su doble ambición de convertirse en influencer en redes sociales y artista conceptual. La trama avanza hacia el concurso de talentos Stately Stars para jóvenes locales, que ella patrocina y en el que siente el caprichoso y peculiar impulso de participar ella misma.
Si la personalidad, el comportamiento y la desconexión con la realidad de Isabella nos resultan ajenos, su necesidad de atención y de ser vista es de lo más real: algo que reconoce el propio Sam, que ansía la notoriedad y el reconocimiento público de un modo más asequible, impulsando su mediocre carrera cinematográfica. El guion de Abrahams y Miranda Campbell Bowling también resulta certero al señalar cómo la ética del documental puede dejarse de lado en cualquier momento: como los hermanos Maysles cuando conocieron a las Beale en Grey Gardens, cualquier respeto y cautela pasan a un segundo plano ante el gozo del “¿qué tenemos aquí?” al contemplar a un sujeto único en la pantalla.
Alimentando las comparaciones iniciales de la película con Saltburn [+lee también:
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ficha de la película], el trabajo de Clifford parece intentar superar a todas esas interpretaciones sobreactuadas que seguramente habrá visto (y soportado con los dientes apretados) en sus días en la BBC y en el West End, entre suspiros, desmayos y sonidos vocálicos refinados y alargados de forma cómicamente ostentosa. Cuando empieza a desaparecer poco a poco, comenzando por los brazos, miembro a miembro, lo aceptamos dado el estilo tonal y visual previo de la película, como una pizca de realismo mágico exagerado a modo de colofón de unas interpretaciones deliberadamente caricaturescas.
Rodada en poco tiempo el otoño pasado y con un presupuesto ajustado, pero sin falta de sinceridad ni de compromiso, Lady no se eleva mucho más allá de un divertimento, aunque, como casi todas las comedias, se disfruta mejor en sala, donde las carcajadas se contagian. Puede que no suponga para Abrahams la indiscutible consagración en el largometraje que claramente desea, pero sí pone de manifiesto su talento para aprovechar una inspiración de “todo vale” y mantener un tono de incomodidad retorcida y desequilibrada: el verdadero idioma universal del humor británico.
Lady es una producción de la británica MetFilm Studio, mientras que los derechos internacionales corren a cargo de su filial de ventas, MetFilm Sales.
(Traducción del inglés)
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