BLACK NIGHTS 2025 Rebels With a Cause
Crítica: Blindsight
por Mariana Hristova
- El sexto largometraje del cineasta rumano Adrian Sitaru es un tortuoso viaje interior que explora la cuestionable autenticidad de la memoria en la era digital

Adrian Sitaru, que empezó como cineasta de bajo presupuesto y desarrolló una trayectoria artística independiente en paralelo a la Nueva Ola rumana, aunque sin adscribirse del todo a sus rasgos más reconocidos, ha ido forjando, lenta pero firmemente, un estilo propio, contando historias en las que nada resulta ser lo que parecía en un principio. Así ocurrió con sus dos últimas películas, el drama de incesto Illegitimate [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Adrian Sitaru
ficha de la película] y el thriller periodístico The Fixer, [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Adrian Sitaru |
entrevista: Tudor Aaron Istodor
ficha de la película] y en Blindsight el patrón se repite, mezclando dinámicas familiares con asuntos de plena actualidad. La película se estrenó en la competición Rebels With a Cause (una sección de experimentos arriesgados) del Festival Black Nights de Tallin, donde recibió el premio a la mejor dirección (ver la noticia).
El cariz experimental de Blindsight radica en su estética visual de telerrealidad. Toda la obra se desarrolla como si estuviera filmada con material amateur, con una cámara intermitente y temblorosa: una grabación sin pretensiones, aparentemente realizada por varios participantes, aunque filtrada principalmente a través de la mirada de Laura (Ioana Flora), que permanece en su mayor parte fuera de campo. El relato también está salpicado de vídeos domésticos en 8 mm, reales o fabricados, que difuminan aún más la frontera entre documento e invención.
Todo empieza con unas imágenes que muestran a una niña en la fiesta de cumpleaños de su abuela. Más tarde, el escenario doméstico se desplaza, supuestamente al presente, donde, reunidos alrededor de una mesa entre la vegetación, una familia y sus amigos comentan un próximo viaje a Turquía para la operación de ojos a la que debe someterse el joven Andrei (Filip Cioc). En el siguiente episodio, el grupo, incluida la apática Laura, camina por la costa hasta una barca que se mece en el agua y se hace a la mar. Mientras se esfuerzan por soportar el peso y discuten sobre quién debe saltar para aligerar la carga (o si tirar al perro por la borda), descubren de repente en la bodega a un refugiado ucraniano sin papeles escondido, con el que solo Laura, que habla serbio, es capaz de comunicarse. Algunas cosas se pierden en la traducción y, entre discusiones por los pasaportes con los guardias fronterizos, este pequeño grupo heterogéneo, que se distrae con alcohol y coqueteos esporádicos, opta por rutas indirectas y no confirmadas para alcanzar su ansiado destino, que va perdiendo definición a medida que avanzan. Poco antes del final, los hilos de su mundo surrealista empiezan a deshilacharse, con guiños a los planos iniciales, revelando viejos traumas de pérdidas irreparables enmarañados en la represión y sacudidos por una memoria aquejada de amnesia. Resulta no solo que nada es como parecía al principio, sino también que no está claro qué ocurrió realmente y qué no; qué es verdad y qué ha sido fabricado por una imaginación atribulada o por imágenes manipuladas.
En su intento de recrear el estado mental distorsionado de una mente afligida, sugiriendo además interferencias tecnológicas al fundir las lentes de la cámara con las miradas de los personajes y proyectar una selección libre de imágenes, Sitaru, junto a su inventivo director de fotografía Adrian Silișteanu, que aquí desempeña un papel clave, ha firmado una pieza cinematográfica desconcertante que tiene problemas para transmitir plenamente su sentido. ¿Es la road movie que articula la película un déjà vu o una ilusión? ¿Viaja Laura a través de su propia memoria, o es todo un constructo de un programa informático, como sugieren las notas del director? ¿De verdad debería ser necesario leer esas notas para captar lo que el autor quiere decir? La línea entre lo real y lo virtual en Blindsight parece difuminarse no solo para los espectadores sino, quizá, también para sus creadores.
Blindsight es una producción de las rumanas Domestic Film y Tangaj Production, coproducida por 4 Proof Film, Avanpost y la turca Vigo Film.
(Traducción del inglés)
¿Te ha gustado este artículo? Suscríbete a nuestra newsletter y recibe más artículos como este directamente en tu email.




















