Le Filmeur: Alain Cavalier para la eternidad
por Fabien Lemercier
A 74 años, el cineasta francés dio ayer a su manera experimental, una verdadera lección de cine en la prensa internacional con Le Filmeur [+lee también:
tráiler
ficha de la película], proyectado en la sección Un Certain Regard. A través de este objeto cinematográfico no identificado constituido de fragmentos de diez años de la vida íntima del cineasta, recogidos a la DV, el arte del realizador no se detiene a una retranscripción muy cruda y sin concesión del envejecimiento, las enfermedades y la muerte. Pájaros entran a picotear semillas, un pianista toma su tiempo en las campanas que suenan al vuelo, ardillas se aplastan al pie de un árbol y desfilan un número incalculable de habitaciones de hoteles y ventanas a la Dalí que se abren sobre París, sobre el mar, o sobre un perro, un asno, un cielo. Se ofrece también un homenaje a Sautet desde el baño de un bar, un poco de 11 de septiembre entrevisto al ralentí a la televisión, recuerdos de infancia y desagradable polvo parvulario, tres operaciones de tumores al ala de la nariz y un contrato de alquiler de teléfono firmado por su padre en septiembre de 1943 y que especifica que la línea no servirá a un juif.
Bajo la impresión de un simple diario familiar, Le Filmeur, comentado en directo por su autor inspirado por un inmenso humor distanciado y melancólico, oculta los mil mundos de un solo hombre. Citas ("un ardiente testimonio que viene a morir de año en año como un sollozo a bordo de la eternidad"), agudezas, impúdica declaración de amor en imágenes del cineasta a su compañera Françoise Widhoff a menudo filmada (y despertada) la noche en su cama: Alain Cavalier avanza a libro abierto, aferrando momentos fugitivos, pizcas de humanidad jugando sobre todas las gamas de L’homme Caméra. Planes fijos alimentados con voces fuera de campo, la confrontación del visor y el espejo, imágenes robadas, paleta completa de cuadros y movimientos, grandes planes metódicos de detalles del ordinario que salen así de la trivialidad, cuerpos acercados a la piel: un viaje de cineasta realizado que vuelve casi ridículo los esfuerzos de algunos artistas juveniles para experimentar las oportunidades de las nuevas tecnologías numéricas. Ya que Alain Cavalier, al máximo de la depuración, busca lo fundamental, un territorio donde se dilatan las fronteras del documental y la ficción autobiográfica. Un trabajo radical y sereno a la vez, producido, distribuido y vendido por Pyramide y que hace figura de capítulo testamentario para aquel que ganó un Premio del Jurado en Cannes en 1978 por Thérèse. Un hombre modesto y audaz que declara: "ya no soporto más que algo que vi emocionante o divertido desaparezca. Antes escribía, ahora filmo".
(Traducción del francés)
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