El boom
por Annika Pham
¿Recordáis lo que sucedía hace cinco años? Para los cineastas de ambas orillas del Atlántico, Londres era un corazón pulsante en continua expansión, en donde se podía tocar a varias puertas para arrancar un proyecto, sin preocuparse por el presupuesto. Se podía elegir entre empresas importantes como PolyGram, Capitol Film, United Artists (sector especializado de la MGM), Icon Entertainment International, Intermedia y
J&M Entertainment, que ofrecían servicios con el nivel de los estudios estadounidenses, pero también entre Film Four, The Sales Company y una docena de compañías menos imponentes que se ocupaban de películas de arte y de autor.
Conforme Trainspotting, Secretos y mentiras, Full Monty y Bean conquistaban al público y a la crítica del mundo entero, se fortalecía la idea de que el Reino Unido era un lugar dinámico y creativo, en el que incluso las películas de bajo presupuesto tenían la oportunidad de convertirse en éxitos internacionales de larga duración, con las mismas posibilidades en el mercado que las películas comerciales y de alto presupuesto.
Entraron nuevos actores en el mundo de la financiación y exportación: Jeremy Thomas de Hanway Films;
Renaissance Films, codirigida por el productor Stephen Evans y el ex periodista Angus Finney con Bill Stephens como director de ventas; y Alibi Films, creada por Gareth Jones y Hilary Davis, que ya había estado en Handmade Films.
Algunas sociedades extranjeras, como Lola Films del productor español Andrés Vicente Gómez y el grupo francés Pathé, abrieron oficinas de exportación en Londres para cuidar las ventas de sus proyectos en idioma inglés.
Incluso un año después, en 1999-2000, la euforia asociada al boom del Neues Markt alemán, el aumento de las producciones británicas gracias a los recortes fiscales y a la liquidez de la Lotería, pero también la consolidación internacional de títulos como Lock and Stock and Two Barrels, Shakespeare in Love, Notting Hill, Billy Elliot y Chicken Run, daban a los agentes un sentimiento de invulnerabilidad que desafortunadamente la crisis económica no tardó en desmentir.
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