La italiana Il sorriso di Diana en digital
por Anna Di Martino
En el año 2002 Felice Laudadio lanza un concurso de ideas para dar espacio a nuevos talentos en el campo de la creación de películas realizadas con nuevas tecnologías. Llegan muchos guiones de cortometrajes, deseosos de participar en un concurso para el que, para cada corto, Conecittà Holding asigna 50 millones de liras italianas y otras sociedades patrocinadoras del proyecto –como el Instituto Luce, Philips-Thompson, Apple, Kodak- ponen servicios a disposición.
Se eligen seis proyectos que el Instituto Luce trata de distribuir en 2002 con el título Seis como seis, promoviendo el conjunto de cortos como la primera película italiano realizada enteramente en formato digital. Entre los cortometrajes de la película Seis como seis está Il sorriso de Diana (La sonrisa de Diana), escrita por Mauro Spinelli y dirigida por Luca Lucini, director de conocidos anuncios publicitarios, que participa en 2003 en el festival de Clermont-Ferrand y obtiene el premio a la “experimentación”.
La película está ambientada en un apartamento abandonado, infestado de insectos, al que se traslada Diana, una joven muchacha –interpretada por Anita Caprioli- que trata de convertir en habitable el extraño lugar. Armada con insecticida, Diana intenta dar caza a los indeseables inquilinos, pero algunos consiguen sobrevivir. Entre ellos está Agenore, una simpática araña que se enamora de Diana y piensa que su amor es correspondido: una delicada metáfora sobre el amor imposible, que utiliza con habilidad la tercera dimensión para dar cuerpo y alma al ingenioso pueblo de los insectos.
¿Cómo entraste en el proyecto de Il sorriso de Diana?
“La idea del corto es de su guionista Mauro Spinelli, que obtuvo el premio Cinecittà Digital 2000 con el tema de Il sorriso di Diana, pero no quiso ocuparse de dirigirlo (él trabaja como cocinero en Treviso), por lo que Francesca Longardi, de Cattleya, se puso en contacto conmigo. La idea de hacer los insectos en tercera dimensión surgió por el deseo de tener un realismo extremo que pudiera conciliarse con la exigencia de que los insectos actuaran. Excluimos la idea de muñecos, dibujos animados o algo que no pareciera insectos de verdad y luego, cuando vimos la película estadounidense El apartamento de Joe, entendimos que por ahí estaba nuestro camino”.
¿Cómo fue la experiencia de estar en un plató en el que el protagonista, Agenore, es un personaje virtual creado, además, en el estudio?
“Había una atmósfera distinta en el plató, mágica, parecía que estábamos viviendo una fábula, pero sobre todo, con respecto a un equipo normal (yo vengo de la publicidad), me parecía que no era el único que tenía esta sensación, como si a todos les importara el resultado. Creo que una de las razones era que había esa presencia importante y misteriosa: en pocas palabras, nuestro protagonista principal no existía, pero sí estaba presente en el ambiente como cada uno de nosotros, escapaba, se confesaba, se enfrentaba al enemigo y, sobre todo, nos enternecía con su locura. Yo creía que ésta era la dificultad que más problemas me iba a dar, tener que imaginar tantas cosas y conseguir que surgieran sentimientos enfocando en fondos vacíos, o moviendo granos de uva con hilos de nylon. Y en realidad no tuve problemas, es más, fue una experiencia muy constructiva para usar la imaginación y la fantasía, porque aunque es cierto que al trabajar con los gráficos en 3d hay que imaginarse todo, también es cierto que puedes imaginar mucho más”.
¿Estás realizando alguna otra obra con efectos digitales? ¿Qué tienes en mano, en qué estas trabajando?
“No he hecho ninguna película más con técnicas digitales. Sigo trabajando como director de publicidad. Además, he empezado a hacer algunas pruebas de un largometraje producido por Cattleya que tengo que comenzar a rodar este año; se llamará Tre metri sopra il cielo (Tres metros sobre el cielo)”.
¿Cómo recibieron en Cinecittà el premio a la experimentación que ganaste en Clermont?
“No he hablado con nadie de Cinecittà, pero creo que están contentos, porque los efectos especiales son un sector en el que generalmente Italia no destaca en el exterior.
Personalmente, quedé fascinado por el festival de Clermont, literalmente sorprendido por el interés tan grande que hay por los cortometrajes (salas de más de mil butacas llenas con colas esperando fuera), un mercado con muchos compradores, y en consecuencia la pena de que todo esto en Italia apenas es un sueño. Por suerte, lo que hace Cinecittá parece señalar que algo se mueve”.
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