1. Colas para hacer películas
por Annika Pham
En la mayor parte de los países nórdicos, con una fuerte tradición socialdemócrata, la gente hace colas en estos días no para comer, sino para hacer películas. Esta lamentable situación llegó a su cenit el año pasado cuando los subsidios estatales –fundamentales para la supervivencia de la industria del cine en los países pequeños- se redujeron, llevando a toda la cadena de producción a un punto muerto. Ha pasado la euforia del año 2002, cuando tras una década de oscuridad la industria local comenzó a recuperar la seguridad gracias a una nueva oleada de autores (Lukas Modysson, Joseph Pahres) y productores emprendedores (Lars Jönsson, Peter Possne, Christer Nilsson y Peter Hilltunen, entre otros), responsables de una saludable inyección de energía a la industria cinematográfica local que contribuyó a aumentar la popularidad del cine sueco (un 26% de cuota de mercado). El 2000 fue también el año del largamente esperado Acuerdo del Cine entre la industria sueca y el gobierno, que puso el acento en la necesidad de contar con un apoyo más decidido por parte del Estado y de las cadenas de televisión suecas, y que ofreció suministrar a la industria del cine un total garantizado de 100 millones de coronas suecas.
En términos de subsidios económicos, además de las asignaciones por anticipado para producir una película, se introdujo, para los productores, un nuevo sistema de apoyo garantizado ligado al público por un valor de 50 millones de coronas suecas, pagado en función de la recaudación en taquilla, y un cierto número de inversiones privadas. A sólo un año de su creación, el nuevo sistema de financiación empezó a mostrar más problemas que ventajas. Por ironías del destino, a causa de demasiados e inesperados éxitos (incluidos los de Jalla Jalla y Together), las reservas del fondo ligado al público empezaron a menguar y paralizaron todo el aparato productivo. Peter Hilltunen (Illusion Film), uno de los muchos productores afectados por la imprevista congelación de los subsidios, afirma que hay que cambiar todo el sistema de financiación ligado al público y que las ayudas y el dinero son hoy mucho menores que en un principio. “Se ha creado un círculo vicioso, pues los inversores interesados en financiar proyectos que podían tener acceso a estos subsidios han dado marcha atrás, ya que no podemos garantizar cuando podrán recuperar parte del dinero, por lo que dependemos de la recaudación en taquilla y estamos muy expuestos en el aspecto financiero”. La difícil situación mejoró ligeramente en septiembre pasado, cuando el gobierno sueco puso a disposición un inesperado paquete de ayudas de 80 millones de coronas suecas para mantener en forma al sector productivo hasta la firma del próximo Acuerdo del Cine para 2004. Para Peter Herald, vicedirector del Instituto Sueco de Cine, este vital apoyo gubernamental ha mejorado la situación pero “no es suficiente”. “Si se quiere tener un sistema de ayudas como el de los subsidios ligados al público, con un capital de riesgo garantizado, hay que aumentar el importe de los fondos”, dice. Según él, las negociaciones entre asociaciones de operadores, directores, productores y el SFI y el gobierno están ya en curso y todas las partes acordarán unas propuestas concretas para ayudar a la industria cinematográfica sueca antes del Acuerdo de 2004. Hilltunen, que preside la Asociación de Productores Cinematográficos Suecos, dice que la asociación presionará para que las ayudas ligadas al público pasen de los actuales 50 a 75 millones de coronas suecas garantizadas anualmente: “Analizaremos también modalidades alternativas para atraer inversiones en el mercado del cine, y así intentaremos reducir el peso de los subsidios estatales en la financiación del cine sueco”.
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