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1. El Este, talentos sin recursos

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“Los productores que siguen sus propios ideales, se empobrecen.” Conclusión lapidaria del presidente de la Asociación de Productores Polacos, Darius Jablonski (Apple Film), que resume perfectamente la situación relativamente dramática de la industria cinematográfica de los países del Este Europeo. En el 2004, ocho de ellos entrarán a formar parte de la UE (se trata de Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, República Checa, Eslovaquia y Eslovenia), mientras quedan en lista de espera, Rumania y Bulgaria.
Una integración positiva para la construcción de Europa que tiene cuestiones espinosas en el ámbito del Cine y el audiovisual. Como ha sido subrayado por el presidente de Eurimages, Jacques Toubon, estos países, con una gran tradición cinematográfica (Wajda, Forman, Tarr, Szabo, Pintilie etc.) viven la ampliación como un “resorte, gracias al cual será posible aprovecharse de la política de la diversidad, renovando las propias cinematografías, aumentando los intercambios entre productores y autores o, por el contrario, transformar la UE en un campo para maniobras más amplias en las cuales integrarse, en una Europa en la que sólo los más fuertes pueden sobresalir de entre la masa”.

Para intentar resolver este gran dilema, los análisis del pasado son un dato fundamental. En efecto, tal y como ha explicado el responsable de la Europa Central y Oriental de Unifrance, Joël Chapron, el apoyo de las televisiones al Cine en los países del Este no está regido por ninguna ley, a pesar del fuerte desarrollo tras la caída del Muro. Una ausencia de ayudas financieras, todavía más perjudicada desde que el cine se beneficia de sólidas estructuras (herencia de la era del Séptimo Arte como medio de propaganda), de estructuras cualificadas, de una gran diversidad de temas y de una reserva de actores de calidad. Talentos ya conocidos por el productor francés Antoine de Clermont Tonnerre (Mact Productions), especialista en coproducciones con el Este, que ha subrayado “el número de inversiones hechas en estudios y en post-producción”. Gracias a las infraestructuras de vanguardia y a una mano de obra de bajo costo, la industria cinematográfica de estos países debería prosperar, ya que hay una necesidad real por parte del público de ver imágenes nacionales. Pero la actual situación es muy difícil, a causa de la ausencia de medios financieros. En Polonia, por ejemplo (el productor número uno, tiene a sus espaldas 128 películas desde 1997), el Ministerio de Cultura sostiene la producción con una financiación del orden de 4 millones de euros anuales y la televisión pública invierte 4 millones (sin obligación). Según Darius Jablonski “los presupuestos son cada vez más cortos”. Y de los 120 productores de la Asociación de Productores Polacos, sólo 18 han podido evitar trabajar en la producción televisiva.
Además, hay disparidades entre la producción cinematográfica de los ocho nuevos países. Polonia, Hungría y la República Checa producen una media de 15 y 25 películas al año, mientras que Eslovenia y Eslovaquia, producen entre 3 y 7 y los tres países bálticos, entre 0 y 3. Diferencias también en la petición de financiaciones en Eurimages, entre los países que quieren invertir en sus propias películas nacionales (Hungría) y aquellos que quieren participar en coproducción internacional minoritaria. En total, sólo el 25 por ciento de las peticiones de los productores del Este a Eurimages están relacionadas directamente con directores nacionales. Una cuestión crucial y problemática, ya que las coproducciones que funcionan son las realizadas por los europeos del oeste. Y según Darius Jablonski “si las historias son polacas, es difícil llegar a organizar coproducciones. Todavía queda mucho por hacer en el mercado paneuropeo para que se abra a historias locales y nacionales”. Un debate que ha retomado el director rumano, Nicolae Caranfil: “para encontrar un buen distribuidor, las películas del Este tienen que tener un pedigrí de festival. Y de ahí parte el estilo de postal que recalca lo sórdido con pesimismo obligatorio, destinado al público occidental”. Por su parte, Antoine de Clermont Tonnerre subraya la dificultad de coproducir con la Europa del Este (8 películas sobre 10 se realizan gracias a Eurimages), la disminución de las ayudas francesas (con la disparidad del fondo específico ECO y el estancamiento de las adquisiciones de Canal+) y a menudo la falta de competencias y de realismo de los productores del Este, ya que es un trabajo relativamente nuevo para ellos.

Por lo que respecta a la distribución, el panorama no es mejor, aunque las cuotas de mercado nacional en los países del Este están incrementándose (sobretodo en Polonia, Hungría y la República Checa), tras un dominio casi total de cine americano durante los años 90. En el 2002, las cuotas de mercado USA rondaban el 43 por ciento en Polonia, el 86 por ciento en los Países Bálticos, situación que es similar en los países occidentales.
Pero es sobre todo en el ámbito de circulación de las obras donde está el problema más grande. En el Este, es casi inexistente porque, tal y como ha explicado el distribuidor checo, Ivan Hronec (SPI), “la cooperación entre los distintos países del Este, recuerda la era soviética”. Y en la Europa occidental, el problema presenta las mismas dimensiones: sólo 42 películas de los 8 países han sido distribuidas en los 15 países de la UE en los últimos siete años, con una cuota de mercado del 0,05 por ciento (cuya mitad ha sido realizada por una sola película: Kolya en 1997.
Un tétrico balance que ha empujado a los cineastas del ARP a pedir que al finalizar el 2006, un nuevo Programa MEDIA tenga en cuenta a estos países y que en Francia, los fondos de ayuda ECO sean restablecidos, asociándose con Alemania si es posible para los financiamientos y las gestiones. Porque no hay que olvidar que los 8 nuevos países entrantes, representarán en el 2004, el 20 por ciento de la población de la UE, un potencial creativo y de espectadores que no hay que infravalorar.

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