La importancia de los festivales
por Valeria Chiari
Todos están de acuerdo. Directores, productores y expertos del sector confirman en voz alta la importancia fundamental de los festivales internacionales como lugares excepcionales para conocerse y comunicarse, para crear y producir, y sobre todo para promover las obras cinematográficas.
La quinta edición de las Eureka Screenings (Proyecciones Eureka) –organización intergubernamental paneuropea formada por 36 países para apoyar la circulación de películas europeas más allá de las fronteras nacionales-, que este año se lleva a cabo en Skopje, Macedonia, ha sido la ocasión para realizar un interesante encuentro sobre la importancia de los festivales internacionales en el ámbito, no sólo de la realización de obras cinematográficas, sino también de su promoción. Entre otros han intervenido Pierre-Henri Deleau, director del FIPA (Festival Internacional de Programas Audiovisuales) y ex director y fundador de la Quincena de Realizadores en Cannes, Dejan Pavlovic, director del Festival Internacional de Cine de Skopje y el director macedonio Svetozar Ristovski, autor del documental The joy of love.
Es sobre todo la variedad del público de los festivales la que hace que estos eventos sean importantes y a menudo decisivos. “Un festival internacional como el de Cannes –afirma Pierre-Henri Deleau- que posee también un mercado de cine, reúne de un golpe a una amplia variedad de personas: productores y distribuidores que firman acuerdos de venta o de producción, periodistas y críticos que ven y hablan de películas que a menudo aún no tienen un mercado internacional, y por último el público, que con el tiempo se ha acercado mucho al cine y a la idea de participar activamente en este tipo de festejos”. Sobre el aspecto de la circulación de las obras cinematográficas europeas, el fundador de la Quincena se muestra relativamente pesimista: “Tengo la sensación de que Europa está perdiendo su identidad en su carrera actual por conquistar el mercado estadounidense. Un mercado difícil, pues está muy protegido por reglas no escritas pero imprescindibles”. No promete mucho, la verdad sea dicha, un mercado que no acepta películas subtituladas y que prefiere mostrar a su público nuevas versiones de películas europeas hechas a su gusto cinematográfico. “Para ser universal una película debe tener más un perfil comercial que uno nacional –añade Deleau-, si bien al mismo tiempo tiene que ser lo más personal posible. Una contradicción para la que es prácticamente imposible encontrar una solución”.
Problemas europeos, pero no solamente europeos, a decir del joven director Svetozar Ristovski: “Una película independiente estadounidense tiene los mismos problemas que casi cualquier película europea para encontrar distribuidor. Para una película como la mía, por ejemplo, producida totalmente en los Balcanes, es fundamental encontrar un mercado al que pueda viajar”.
Los profesionales del sector de cine y televisión, reunidos en mesas redondas, mostraron por el contrario una mayor apertura a la posibilidad de que el cine europeo aprenda a viajar con mayor desenvoltura, extendiendo su propio horizonte a un cine que tal vez es comercialmente menos rápido pero culturalmente más atractivo.
Sin olvidar a los jóvenes de hoy que serán los espectadores del futuro: “No podemos permitirnos olvidarlos –concluye Deleau-. Hay que reflexionar seriamente sobre el modo de fomentar una educación acerca del cine y de su extraordinaria forma de expresión”.
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