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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Alice

por 

- Premio Jóvenes Miradas en la última edición del Festival de Cannes donde pasó en la Quincena de los Realizadores, una obra atípica en el cine portugués

Hay películas orgullosas de su singularidad, objetos difíciles de catalogar que no reclaman ni un linaje nacional ni pertenecen a un género en particular. Diríamos que Marco Martins ha construido su primer largometraje bajo el signo de esa independencia voluntaria. Alice, película ganadora del premio Jóvenes Miradas en la última edición del Festival de Cannes (donde pasó en la Quincena de los Realizadores), es una obra atípica en el cine portugués – en el joven cine portugués y el más antiguo también – pero es también, o sobretodo, un cuento de una pérdida que no cede al llamado fácil del melodrama, la historia de una búsqueda que no cae nunca dentro del suspense.

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Ubicada en una Lisboa gris – lejos de la capital luminosa filmada por otros cineastas – y sumergida en un ambiente azulado, la película es el retrato de un padre en busca de su hija, Alice, desaparecida hace 193 días. Cansado de depender de las autoridades, Mário (Nuno Lopes) empieza una investigación paralela: no solo distribuye carteles con la foto de Alice, pero con la ayuda de sus amigos, instala varias cámaras de vigilancia en puntos estratégicos de la ciudad: en los balcones de las tiendas del centro, en los tejados de los edificios, en los centros comerciales, en el aeropuerto...
En su primer papel como protagonista en la gran pantalla, Nuno Lopes – irreconocible, desaparecido detrás del cansancio del personaje – carga toda la película en sus hombros. Omnipresente, repite un itinerario cotidiano; la cámara de Martins lo sigue por todas las partes, y sus rituales obsesiónales parecen coreografiados por la música sombría de Bernardo Sassetti (que participó, entre otros en la banda sonora de El Talentoso Señor Ripley de Anthony Minguella). La revisión cotidiana de las cintas nos parece algo patológico, pero es para Mário, la materialización de una esperanza que lucha contra el vacío de las imágenes poco nítidas, donde todos los rostros se confunden, donde todos los espacios se parecen. Sus días son recomienzos eternos, duros y vitales a la vez.
La esperanza activa de Mário contrasta con la desesperación soñolienta de la madre de Alice, Lúisa (Beatriz Batarda, absolutamente vampirizada). El guión, firmado por el director, reserva sin embargo muy pocas secuencias dedicadas a la vida de esa pareja fragilizada. Un flashback nos enseña Mário mientras consolaba a Luísa, en el día del desaparecimiento de Alice. Es igual el único momento en que la película flirtea con el melodrama. Alice lo tenía todo para ser un drama de familia, pero no está filmado como uno. Lo que le interesa a Martins es filmar una obsesión personal y la soledad dilacerante de un hombre. Todos los otros personajes – interpretados por conocidos actores portugueses como Miguel Guilherme, Ana Bustorff o Laura Soveral – solo están allí para alimentar esa obsesión, en todos sus aspectos, aunque al final, Mário siempre queda solo en su búsqueda y en su esperanza. "¿Y si Alice ya no está en Lisboa?" – le preguntan. "¿Y que más puedo hacer yo?", contesta él.

Producido por Paulo Branco para Clap Filmes, la película de Marco Martins revela un cineasta osado que no teme desafiar la paciencia del espectador ni jugar con sus expectativas. Alice, nombre vinculado a un mundo de fantasía detrás del espejo (Lewis Carroll es además citado en los créditos), es de ahora en adelante sinónimo de un título incontornable en la cinematografía portuguesa.

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(Traducción del francés)

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