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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Texas

por 

- En este neo-paisaje se mueven los personajes que Paravidino minuciosamente mueve sobre directivas que se entrecortan

Si la diferencia entre el cine y el teatro es solo tecnológica - ambos representan el mundo - quizás ahora el teatro ha vencido. Por la languidez del cine. "La perfección no podrá conducir al cine a abolir el teatro, pero tal vez a abolirse a si mismo" escribía Pirandello en 1929, anunciando que el pecado mayor del cine es el de competir con el teatro. En el centro de ambos está el actor y hoy el cine vuelve continuamente al teatro (Martone, Cherau), e indaga a fondo el texto.

Fausto Paravidino, actor y dramaturgo clase 1976, arrancado al teatro por el cine, había transportado desde hace tiempo los mecanismos cinematográficos sobre su escenario: "Los puristas del teatro siempre me han reprochado una escritura cinematográfica, ahora los del cine me reprochan una escritura teatral". Paravidino sabe muy bien, como Guy Debord ha escrito, que el cine es la forma de arte central de nuestra sociedad y por lo tanto "justifica" su filme Texas diciendo: "después del teatro nos debíamos desahogar. La primera forma de narración que vemos cuando nacemos es la de las imágenes en movimiento. Aquella que nos inspira. Todos razonamos por imágenes y rapideces. Superando el teatro sin quitárselo de encima, Paravidino se preocupa en efecto de resolver el problema dramaturgo y estructural que en teatro es constituido por el tiempo y que al contrario en el cine es superado.

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Su deseo de espacio extra teatral se expresa ya en el título: Texas. La nada que vaga en el infinito, se expande, se dilata, se relaja en paisajes que forman neo-lugares. Es la metáfora del área del Piamonte del cual el joven realizador proviene, que quería contar y celebrar. Los lugares de Paravidino dan consistencia a las situaciones y a los personajes, los coloca en una perspectiva antropológica, histórica y social.
"También en Italia, como en el Far West, hay pequeños centros habitados que se desarrollan totalmente al lado de importantes rutas estatales. La característica de estos lugares es el límite de los 50km por hora en una calle derecha, limitación inexplicable para los viajantes que consideran tales localidades solo como un obstáculo en su primaria exigencia de moverse de un lugar a otro."

En este neo-paisaje se mueven los personajes, al menos veinte, que Paravidino minuciosamente mueve sobre directivas que se entrecortan. Giovanni que concretiza el celebre palíndromo latino "In girum imus nocte et consumimur igni" (Giramos en circulo en la noche y somos devorados por el fuego"), cuarentones abatidos por los ideales resultados inutilizables, y finalmente "los viejos", aquellos que non han sido del todo vencidos pero que tienen en mano las riendas de la economía. Tres generaciones que se ignoran, conviven sin comprender nada la una de las otras, y comunican a través de códigos primordiales. Códigos perfectamente referidos por los actores. Y que Paravidino sea un actor/autor es destacado en el interés que el realizador aporta a la estructura dramaturga, por la atención que pone al personaje, signo que ha practicado la rutina de la recitación.
Las ascendencias literarias del filme son al mismo modo clásicas y teatrales. Lo cómico se mezcla a lo trágico como por Shakespeare y Pinter (que incluso ayer recibió el Nobel de Literatura), mientras las imágenes deben todo a Hopper (Edward).

La estructura narrativa es aquella - tan utilizada después de Orson Welles, Kurosawa, Sergio Leone y Tarantino - hecha de flashback. Une estructura que, a través de las elipses temporales del montaje acaricia el artefacto formal pero crea atención. El filme se deja en efecto entrever enseguida después del epílogo, hundiéndose en una veloz mezcla de imágenes, para aportarnos luego a tres noches distintas de meses pasados, tres sábados por la noche durante los cuales esta juventud de periferia construye el hecho anterior del drama final. Provincianos con el sueño americano en los ojos, como el sueño moscovita o parisiense en los provinciales de Cechov, cuyo estilo el realizador afirma haber utilizado para cambiar una parte de la estructura. Una construcción en cuatro actos que renuncia al cuarto: el primero anuncia el último y sirve de unión, los otros dos cuentan la historia, que se interrumpe antes del final, antes que la pistola dispare. El final permanece púdicamente una cuestión privada de los protagonistas. Queda la soledad social, la incapacidad de incidir sobre la historia en un desafío existencial al cual participamos solamente para perder.

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(Traducción del italiano)

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