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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Volver

por 

- Tres generaciones de mujeres que sobreviven al viento solano, al fuego, a la locura, a la superstición e incluso a la muerte a base de bondad, mentiras y una vitalidad sin límites

Raimunda (Penélope Cruz), casada con un obrero en paro y una hija adolescente (Yohana Cobo); Sole (Lola Dueñas), su hermana, que se gana la vida como peluquera; y la madre de ambas (Carmen Maura), muerta en un incendio, junto a su marido. Este personaje se aparece primero a su hermana (Chus Lampreave) y después a Sole, aunque con quien dejó importantes asuntos pendientes fue con Raimunda y con su vecina del pueblo, Agustina (Blanca Portillo).

Después de pasar por un difícil y a ratos desdibujado drama de hombres, Almodóvar vuelve a la comedia, con una pieza agridulce en la que a veces la risa provoca pudor. Se trata de un Almodóvar maduro, más sereno, rodeado de sus joyas más preciadas, sus actrices fetiche del pasado y del presente: Carmen Maura y Penélope Cruz.

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Antes de nada Volver es una película autobiográfica, en la que el director manchego retrata con cariño las vivencias de su infancia, pero también resucita muertos y les otorga protagonismo. Volver es una película sobre la muerte y la vida, entendidas como un conjunto inseparable que se alimentan la una de la otra. Si bien las protagonistas delante de la cámara son las actrices, Volver es la historia de la familia Almodóvar, de sus hermanas y de su difunta madre, resucitada por un evidente complejo edipico que se refuerza a medida que el director manchego se está haciendo mayor.

El amor de Almodóvar por las personas retratadas en la película es tangible porque, además del excelente trabajo de las actrices, se percibe un diseño de personajes que roza la histeria, es decir la perfección. Penélope Cruz, después de una etapa "holliwoodiana" más bien vacua por lo que respecta los personajes interpretados, vuelve al cine español para demostrar todo su talento. Carmen Maura, un icono del cine español, se mete en la piel de una madre muerta, aunque mucho más viva que otros personajes, sin pudor y con la profesionalidad de una actriz que ha sabido volver a conquistar al director que la descubrió. Sin embargo quiero resaltar el milagro de Blanca Portillo, conocida por el gran público gracias a la televisión y al teatro, que ha sabido realizar un lifting de corazón para entrar en la piel de Agustina, una mujer soltera y sola, a la que ha tocado asistir hasta la muerte toda su familia.

Tenemos así el placer de asistir al retorno de un genio sobre sus pasos, en un doloroso esfuerzo para dar lugar a una obra que deja el espectador pegado a la butaca preguntándose qué demonios le ha pasado, y por qué de repente siente que los muertos ya no están tan lejos, sino que serán nuestra guía hasta que la vida siga adelante.

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