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Bélgica: normas incentivas (publicado en marzo 2005)

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Silencio, Bélgica rueda!


Bélgica, ese pequeño mosaico de país, ha estado presente en la escena del cine internacional durante los últimos años. ¿Es esto sólo resultado de buenas circunstancias? De ninguna manera. Esta progresión no sólo se debe al talento de los directores de cine y actores, técnicos hábiles y productores, sino también a las autoridades públicas. Durante treinta años, se han comprometido a iniciar normas incentivas, y este humilde trabajo ha tenido buenos resultados en la infraestructura.

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El estado de Bélgica está dividido en dos grandes comunidades (los ciudadanos franco parlantes y los holandeses) más una pequeña, la comunidad alemana. En términos de división administrativa, se queda en tres regiones: Flanders, Wallonie –que incluye la circunscripción electoral de los alemano-parlantes del este – y Bruselas, la capital, y su periferia. Las comunidades llegan a un acuerdo en los temas culturales (cultura, educación, etc.) y las regiones tienen sus funciones políticas y económicas. El estado federal mantiene las competencias en cuanto a las normas nacionales generales (impuestos, salud, etc.). Y este contexto hace la producción de cine más compleja, ya que depende de ambas comunidades y estados por los impuestos, así como por las subvenciones regionales.

Todo empezó hace treinta años: en el territorio francés, el secretario de Asuntos Culturales, Jean-Maurice Dehousse, era muy aficionado al cine, y se enfrentó a la imposibilidad de incrementar subvenciones en desuso, lo que permitió reorganizar el sistema y hacerlo funcional. Un conjunto más justo y eficiente de estructuras fue creado gradualmente, incluyendo un comité selecto de profesionales y una nueva repartición de las (todavía insuficientes) ayudas económicas por categoría (desarrollo de guión, producción, promoción, cortometrajes, películas, cine de animación, documentales, etc.).

El propósito principal de la estrategia de apoyo no sólo fue ayudar en varias películas sino operar como un incentivo desde el principio del proceso de creación, haciendo inevitable para los directores belgas la coproducción, implicando tanto a belgas, como a televisiones extranjeras u otros productores. El departamento cultural belga empezó como un “primer mostrador”, ayudando a las producciones de poco presupuesto no obstante consiguió animar a entidades financieras a que apoyasen proyectos. Llevó tiempo a los profesionales acostumbrarse al sistema, pero el “reflejo de coproducción”, impuesto por las autoridades, pronto se volvió natural. Hoy es el factor clave para el creciente éxito del cine belga.

Este “reflejo” hizo más simple a los profesionales belgas aplicar a todos los planes de ayuda europeos (un proceso iniciado hace veinte años) dependiendo de EURIMAGES y del MEDIA programme. Las medidas prioritarias: sociedades que implicasen al menos tres países. Fuera de un realismo económico, así como de la buena voluntad para crear una identidad europea, la Comisión Europea ayudó a un cine europeo, algo por excelencia ‘no nacionalista’. En realidad, los profesionales belgas fueron ya familiares con las coproducciones extranjeras. Es cierto, no obstante, que Bélgica había ya cooperado con países de un cine similar. Las nuevas estructuras europeas estaban yendo a ampliar su rango de socios potenciales, incluyendo a países con una industria cinematográfica más grande, como Francia, Italia y España, la cual lejos, solía trabajar sola, pero cuyo futuro apoyo europeo la animaría a aventurarse fuera de sus fronteras. Las estrellas francesas, italianas y españolas serían más accesibles a los productores belgas y a la inversa, a los jóvenes actores belgas les sería dada la oportunidad –como Marie Gillian, Cécile de France y otros- a convertirse en famosos por trabajar con directores de los grandes países del entorno. Europa fue claramente una gran oportunidad para el cine belga. Profesionales locales tenían mucho que recomendarles. Primero, la dirección del MEDIA programme está en Bruselas –y no en Estrasburgo-, lo cual hizo más fácil a los belgas entrar a la red y evitar ciertos procedimientos complicados. Segundo, el jefe del departamento de la comunidad francesa belga, el secretario general Henry Ingberg, inmediatamente propuso dos nuevas medidas que encajarían perfectamente con el contexto europeo. Una de estas medidas consistió en poner a un experto, Henri Roanne (periodista de la televisión belga y documentalista que ayudó a elaborar el European Programme) como director del comité de selección de cine Belga; su habilidad ciertamente contribuyó durante varios años a un número de sociedades europeas. La segunda medida fue la generosa oferta de presentar, dentro del Ministerio, el media desk, la plataforma de información del MEDIA Programme.
Con el paso del tiempo, el pequeño departamento de cine se hizo más grande y en 1995, cambió su nombre a MEDIA Programme.
todavía era parte del Ministerio de la comunidad francesa, pero creció y se hizo cada vez más competente, activo y se acostumbró a las interacciones europeas e internacionales. Es más, además del MEDIA Programme, Bélgica es un miembro activo de Eurimages (el cual reúne a 40 países) y firmó varios acuerdos de coproducción bilateral internacional (con Canadá, por ejemplo). La norma es que una coproducción tiene derecho a la nacionalidad belga si un 20% del dinero es belga, con algunas excepciones –con su Francia vecina-, sólo necesita el 10% del presupuesto.

Hasta la comunidad holandesa se preocupa, debe admitirse que su producción de cine ha sido bastante marginal, aislada en Flanders y en lo más en los Países Bajos por la barrera lingüística y política que parte Bélgica en dos. Por supuesto, se han hecho algunos títulos espléndidos— Mira, De Loteling, Le lion des Flandres (adaptados de famosas novelas holandesas-belgas) — pero nunca consiguieron audiencias exteriores. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo y los países europeos están cada vez más cerca, las cosas evolucionan. Las colaboraciones cada vez son más frecuentes, especialmente desde que una película belga ahora puede ser subvencionada por dos comunidades; como resultado 6/7 películas al año son ‘bi-communautary’, como dicen los belgas. Para estimular este proceso, hace tres años la sección de cine de la comunidad holandesa-parlante se hizo independiente del Ministerio y pasó a ser una asociación. Esta estructura simple e independiente es muy flexible y libre para proporcionar todo tipo de soporte (ver documento adjunto) Es sin embrago importante recordar que la televisión, el centro de cine de la parte francesa y el Vlaams audiovisueel Funds en Flanders sólo tienen contribuciones ‘culturales’. No pueden desatender los aspectos económicos de cada proyecto, pero su misión primordial es apoyar la creación, que quiere decir, películas de calidad. No es el caso de las autoridades regionales: de esta manera, Wallonie tiene una ayuda regional con propósitos exclusivamente económicos (las tres regiones tienen sus propios ‘gobiernos’ que se encargan de temas ’regionales’: este fondo económico se llama Wallimages y se asegura de las buenas repercusiones de la economía local cuando películas nacionales e internacionales se ruedan en Wallonie (cf. Documento adjunto).

Afortunadamente para los directores de cine del área germano-parlante, se pueden beneficiar de Wallimages, lo que es muy útil para una comunidad que no recibe ayuda. Su presupuesto general sólo permite mantener tres salas de cine y ahora apoya, de nuevo, documentales coproducidos por televisiones belgas o alemanas.

El éxito actual de títulos belgas en la escena internacional está estimulando la producción. En 2004, sólo la tercera parte de 358 proyectos (todas las categorías incluidas) aplicó a la comunidad francesa para ser subvencionado – lo que es, 101 proyectos, incluidos veinte historias-. Fueron seleccionados por comités especiales: el primer comité permite el 50% del presupuesto para primeros trabajos; el segundo comité usa la otra mitad de apoyo a dos (o más) producciones. Directores estrella (Luc y Jean-Pierre Dardenne, Jaco Van Dormael, Frédéric Fonteyne, etc.) cuyos presupuestos a menudo superan más de 3 millones de euros, pueden dirigir un tercer comité que sólo ayuda a un promedio de dos películas al año. El año pasado, le tocó a L’Enfant [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Luc & Jean-Pierre Dardenne
ficha de la película
]
de los hermanos Dardenne (en competición oficial este Festival de Cannes 2005) y Gene Astaire (título provisional) de Alain Berliner (todavía en rodaje). Esta tercera posibilidad ofrecida a grandes producciones es lo que ayuda a completar un presupuesto casi cubierto. De ninguna manera esto opera a jóvenes autores, la idea es poner el énfasis en ellos pero echando el ojo a directores de experiencia.
El año pasado el comité de selección de cine tenía 8.700.000€ a distribuir entre todas las categorías incluidas. Un cuarto de esta cifra, (2.2M€) fue proporcionado por cadenas de cable — por el gobierno de Wallon creó un impuesto especial para cadenas de cable (proporcional a las suscripciones de sus servicios), pero esto no existe ni en Flanders ni en la región de Bruselas.

Hoy, los buenos resultados comerciales de varias producciones nacionales hacen su situación financiera mucho menos incierta (mientras solían caminar en una capa fina de hielo); todavía no son populares ni corrientes dominantes para reunir considerables beneficios. Pueden presumir de varios premios prestigiosos en famosos festivales, y el reconocimiento de aficionados, pero nuca consiguen trepar a la cima en la que grandes éxitos de taquilla de Hollywood fácilmente llegan. Además, la ayuda gubernamental consiste en anticipos: en teoría, no hay dinero gratuito. En 2004, el Ministerio consiguió 150.000€ y su mejor año fue el 2002, con un total de 173.000€ financiados.

Llegado este punto, es necesario encontrar nuevas vías de subvención de cine, no fuera que el fantástico progreso conseguido en Bélgica retrocediera y se detuviera. La cuestión es: ¿cómo conseguir más dinero? Ahora, mientras la Unión Europea discute la idea Bolckestein de que la desgravación fiscal debería ser suprimida (en el asunto de que la ‘excepción cultural’ conduce a la injusta competición con otras actividades económicas), el gobierno Belga está imponiendo un plan iniciado hace tres años para otorgar desgravaciones fiscales a empresas que han invertido algunos de sus beneficios en una producción belga (cf. Mirar recuadro). Este programa original está diseñado para atraer a grandes empresas extranjeras. Quizá sea algo complejo como mecanismo financiero (aunque ya ha sido revisado y simplificado) pero es muy progresista desde el punto de vista fiscal. Es un beneficio que no favorece al productor u otros profesionales (a pesar de sus recurrentes tentativas a aplicar) sino al inversor.


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