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Francia: como superar la crisis del sistema de ayudas de las televisiones (marzo 2003)

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Tras la gran euforia del período Amelie, el modelo francés parece haber alcanzado su techo y tener que hacer cuentas con la crisis del sistema de ayudas de las televisiones

¿Ocaso de una era?

En 2001, el mundo del cine francés estaba en plena euforia, mecido por el éxito de Amélie [+lee también:
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y por la aparente solidez de una industria floreciente y protegida por un sistema de ayudas envidiado por todos sus vecinos europeos. Desde el año 2002, la influencia de las televisiones en la financiación de la producción cinematográfica francesa ha empezado a dar señales de preocupación, violentos cambios han agitado a la televisión de pago Canal+ y afectado a toda la cadena productiva del cine.
Una cosa es cierta: el modelo francés ha llegado a su límite y debe tomar en cuenta que ha terminado el período dorado de crecimiento de ayudas al cine por parte de las televisiones. La solución: encontrar nuevas fuentes de inversión para mantener un nivel alto y diversificado de películas. Contribuciones por parte de socios europeos, ayudas fiscales mayores para el sector de vídeo, reajuste del vínculo entre la televisiones y un sector audiovisual que cambia, búsqueda de subvenciones privadas…, en pocas palabras, hay que intentar todas las posibilidades.
Progresar en la cúpula no deja de tener sus dificultades: los márgenes de maniobra son limitados y los operadores del cine francés tendrán que mostrar audacia y firmeza para mantener una producción equilibrada entre rentabilidad y creatividad.

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Sombras sobre una producción de alta calidad

¿Éxtasis o primeras señales de decadencia? Las cifras de la producción cinematográfica francesa de 2002, publicadas el 11 de marzo por el Centro Nacional de Cinematografía, confirman lo que se decía en los pasillos desde hace meses, esto es, que la máquina triunfadora del cine francés ha perdido fuerza.
Tras un año 2001 récord con 204 películas producidas (172 de ellas de iniciativa francesa), la cosecha 2002 ha censado 200 largometrajes (163 de ellos de iniciativa francesa). Este corto paso hacia atrás podría parecer una sencilla burbuja, como en 2001. Pero la notable caída de la inversión en 2002 (el 4,9 por ciento menos sobre un total de 860,72 millones de euros) no deja dudas acerca de la realidad de una cierta turbulencia que cimbra los cimientos del cine francés. Por otra parte, si se cuentan los meses (de 18 a 24) necesarios desde que da inicio la producción de una película hasta que se estrena en las salas, las señales de la caída de la producción se multiplican: desde 2002 muchos productores no consiguen ya financiar los largometrajes esperados para el año 2005.

También es verdad que el cine francés ha conocido días particularmente propicios, dado que las películas producidas en 1995 fueron 115 frente a las 204 del 2001, con una financiación que en el mismo período pasó de 501 millones a 904 millones de euros. Un aumento importante que favoreció a todos los operadores del sector y garantizó la diversidad de la producción y la renovación de los talentos.
En 2002, 67 obras de directores debutantes, que representan el 41 por ciento de los largometrajes de iniciativa francesa, confirman este dinamismo.
Aun así, esta creatividad esconde el abismo que se ha abierto entre las grandes producciones y las películas de presupuesto medio y bajo. De hecho, si el coste medio de una película francesa era de 4,44 millones de euros en 2002, las 26 películas con un coste mayor a los 7 millones, que representan el 16 por ciento de la producción, se llevan la mitad de las inversiones. Además, el informe Leclerc sobre financiación entregado el 3 de febrero pasado al ministro de Cultura indica que el importe de los presupuestos pequeños (de 1 a 7 millones de euros) también está disminuyendo, con una reducción de costes del 10 por ciento en los últimos tres años.
Este sistema de un cine a dos velocidades influye en la presencia en las salas: 100 películas de iniciativa francesa sobre un total de 170 en 2001 no han superado el umbral de 100.000 espectadores.

Entre las causas principales de esta tendencia está surgiendo una estrategia de reducción de riesgos comerciales por parte de los productores, distribuidores y operadores del sector. Las películas siguen la fórmula “acción + estrellas = rentabilidad casi garantizada”, un género de producción que monopoliza la mayor parte de la financiación privada. Siguiendo esta lógica, la distribución, que consiste en el estreno de una película en el mayor número de salas contemporáneamente, ha reducido el tiempo de exhibición de la producción (2 semanas para los fracasos y 2 meses para los éxitos) y ha desencadenado una inflación de costes de promoción (500.000 euros para una película francesa media). De ahí que los independientes franceses no puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes productoras estadounidenses).

Debilidades en la financiación con cadenas de televisión

“El crecimiento de las ayudas ha terminado”. La declaración de David Kessler, director general del CNC, durante la presentación a la prensa de la producción del año 2002, pone el acento en la preocupación reinante entre los operadores franceses y en la absoluta necesidad de encontrar soluciones alternativas.

Hasta ahora, el sistema de ayudas al cine seguía a su locomotora, la televisión de pago Canal+. Desde su nacimiento en 1984, la televisión de pago tenía que destinar al menos el 20 por ciento de sus recursos anuales para adquirir derechos de difusión de películas (al menos un 12 por ciento en derechos europeos y un 9 por ciento en derechos franceses) con un mínimo por cada abonado. Canal+ invirtió un total de 302 millones de euros en 2002, de los cuales 123 millones fueron para 109 películas francesas. Sin embargo, y por primera vez, la caída en el número de abonados ha hecho que disminuya la obligación legal de la cadena. En la primavera de 2002, la suspensión temporal de las preventas de Canal+ ha desatado el pánico en la industria cinematográfica francesa. Subordinado a la competencia de las cadenas por cable y por satélite y a la incertidumbre en la estrategia de su casa matriz, Vivendi Universal, Canal+ debe renegociar sus obligaciones con el cine francés hasta el 2004 y el pesimismo abunda. Además, la cláusula de diversidad impuesta a la cadena desde mayo de 2000 para favorecer a películas de presupuesto medio y pequeño (45 por ciento de estas inversiones están reservadas a las producciones con un coste inferior a 5,34 millones de euros) tiene un efecto perverso: los presupuestos que se acercan a este umbral son cada vez más (24 películas en 2002 y 11 en 2001).
Por último, se considera que en 2002 la cadena no cumplió sus compromisos, acusación rechazada por la cadena Canal+ que invoca la variación existente entre la realidad de sus preventas y la participación de las películas en el CNC. El Consejo Superior del Audiovisual pondrá fin pronto a esta controversia, reveladora del clima de desconfianza entre el cine francés y su principal financiador.
Para las ayudas provenientes de los canales herzianos en abierto, la situación es mejor, con 108 millones de euros invertidos en 2002, con un aumento del 8 por ciento, repartidos entre el 68 por ciento de preadquisiciones y el 32 por ciento de coproducciones. Este aumento no deja de ser relativo, dado que deriva de la ampliación de sus obligaciones legales. TF1, que garantiza el 31 por ciento de las inversiones, ha reducido notablemente su participación con respecto a 2001, pasando de 45 a 33 millones de euros, cuando, por el contrario, los canales estatales de televisión (France 2 y France 3) han aumentado la suya de 36 a 50 millones de euros. En breve se pondrá el problema fundamental de la prefinanciación de los canales en abierto, que no se corresponde ya con el impacto real del cine: en 1993, 20 de 49 películas francesas estaban entre las primeras 100 de audiencia, pero en 2002 bajó a 9 películas francesas para un total de 23.

Las cadenas de televisión descubrieron desde hace tiempo su papel de impulsoras del cine francés, pero se ha creado una situación de estrecha dependencia que tiene sus inconvenientes: presión de las televisiones sobre los repartos de las películas en franja de mayor audiencia, difusión limitada en la pequeña pantalla de largometrajes de animación y dedicados a adolescentes aunque hayan sido rentables en las salas, integración vertical con la creación por parte de los canales de estructuras de producción, distribución y realización vídeo que limita el campo de acción de los independientes. Los operadores del cine francés esperan que sea posible deshacer estos vínculos con fuentes nuevas de financiación.

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