28/06/2007

El cuarto día del Festival de Pesaro llega a su fin con un llamamiento urgente urgente: la conservación del patrimonio cinematográfico, y esto no solamente en España. Este llamamiento viene de la cinta catalana Las películas de mi padre, de Augusto Martínez Torres, director de películas experimentales en 1970, que ya había presentado La mano de madera en Pesaro, en 1968.

Torres regresa a Pesaro en una sección llamada "A veces, ellos vuelven", mientras que otra sección dedica una retrospectiva al talento atípico de Ivan Zulueta, cuya cinta, Arrebato, fue también producida por Torres. Como Zulueta, Torres lamenta el destino de algunos de sus cortometrajes, perdidos entre arquitos de museos, laboratorios e incluso tribunales. Un llamamiento: la memoria del cine está a punto de desaparecer, "ignorado por gobiernos de izquierda y de derecha". Torres lamenta "que el proyecto de una ciudad del cine, donde se pueda conservar las películas de temperaturas que eviten su degradación natural, siga siendo constantemente aplazado".

En Las películas de mi padre, una joven mujer (Karme Malaga) descubre su vocación como ratón de filmoteca (el precioso Cine Doré en Madrid) y, a la vez, conoce a su padre, a través de sus películas. Para Torres, es una especie de (auto)análisis, que se permite enseñarse al mundo.

Pero a la gente ya no le gusta la psicoanálisis, por lo menos a juzgar por la recepción que recibió en España esta película a la vez erudita y sensual, en la que el director explora algunas de sus obsesiones eróticas: lolitas, cuerpos femeninos y varias secuencias sáficas. Presentada al público de Pessaro poco después de La valigia dei sogni, de Luigi Comencini, las dos películas comparten no solamente las mismas inquietudes, sino también la ausencia del éxito.

Producida por Josè Antonio Pérez Giner para Els Quatre Gats Audiovisuals, Las películas de mi padre se estrenó en España el pasado 11 de mayo, distribuida por Sherlock Films S.L..

(Traducción del italiano)