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PELÍCULAS / CRÍTICAS

You, the Living

por 

- En este cuatro largometraje en casi una década, Roy Andersson ofrece una meditación sobre la humanidad en forma de musical, con un tono más ligero que en su trabajo anterior

La candidata sueca a las nominaciones a la próxima edición de los Oscar, You, the Living (Du levande) [+lee también:
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ficha de la película
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, ha ido abriendo y clausurando festivales internacionales desde que se estrenara en la sección "Un Certain Regard" de Cannes el pasado mes de mayo, y ya ha sido vendida a unas 30 distribuidoras por The Coproduction Office. La película se exhibe actualmente en las salas suecas, noruegas y finlandesas, y pronto se estrenará en Francia.

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Con varios años de experiencia en la realización de cine, las creaciones de Roy Andersson son como una colección para quienes aprecian su visión absurda de la vida contemporánea y su trabajo sin igual, meticulosamente elaboradas desde principio a fin en su propia compañía de producción, Studio 24, en Estocolmo.

Al igual que en la premiada Canciones del segundo piso (2000), Andersson hace uso de una serie de "cuadros" (50 en total) grabados en una sola toma y pintados con sus distintivos grises y verdes. En lo que el director denomina un "mosaico de destinos humanos", sus tragicómicos personajes parecerían almas indefensas de Becket en un mundo absurdo y poco comprensivo. A menudo se dirigen al espectador, y muy rara vez unos a otros. Cuando lo hacen, se sienten incomprendidos, lamentables y vulnerables. "Nadie me entiende", grita una mujer borracha en un bar lleno de testigos silenciosos. Una profesora de guardería llora a lágrima viva ante sus alumnos porque su marido la ha llamado "bruja". Una joven grita su amor por un rockero en un paisaje desierto.

A diferencia de Canciones del segundo piso, que transmitía un mensaje político y un sentimiento de melancolía, You, the Living se presenta más ligera, tocando más el tono burlesco y rociando música por aquí y por allá. Muestra escenas excéntricas, como la de un anciano arrastrando un perro muerto o la de un hombre lamentando sus dificultades económicas mientras hace el amor con su esposa, que tan sólo lleva puesto su casco de soldado. Mezclando realidad y sueños, Andersson da rienda suelta a su imaginación, sorprendiendo sin cesar al espectador, a veces con secuencias poéticas y brillantes, como la de una chica vestida de novia sentada en la cocina con su adorado rockero tocando un solo. De repente, la habitación comienza a moverse, como si de un tren se tratara. Se para entonces en una multitud que vitorea a los recién casados antes de continuar su feliz viaje.

De principio a fin, se siente la empatía de Andersson. Desea que el espectador se compadezca con él por esa humanidad y recuerde que "el hombre es el placer del hombre", como subrayan las líneas de la Edda Poética islandesa en la que se inspira.

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