25/10/2007

Hay quien trabaja con los iconos reconocibles del paisaje urbano (el Reichstag de Berlín, el Pont Neuf de París), y quien dibuja con su propio trazo ese paisaje, en ocasiones anónimo, de las estaciones de metro o los muros de la periferia. Con Christo (y Jeanne-Claude) y Keith Haring, el arte contemporánea llega al Festival de Cine de Roma en dos documentales (ambos en Extra) que narran la creatividad de tres protagonistas de nuestro tiempo: con su aprobación (o de sus socios en el caso del desaparecido Haring), y, por tanto, con testimonios y documentos de primera mano – algunos inéditos – pero casi siempre en un único sentido.

La deificación se hace notar especialmente en The Universe of Keith Haring, la película que Christina Clausen (danesa de nacimiento e italiana de adopción) ha dedicado al célebre autor de pop-art de estilizadas siluetas. Defensor de un arte democrática que hablase a todo el mundo, este pupilo de Andy Warhol no fue solamente un creador de formas, sino también un extraordinario fenómeno social: cuestionado por la jet-set, Haring continuó toda su vida (tronzada por el SIDA en 1990) ejercitando su creatividad, indiferente a la primera regla del mercado y del arte: limitar la oferta para hacer crecer la demanda, pintando vagones y baños públicos, cuerpos y vestidos (entre ellos los de Grace Jones y Madonna). Todo esto lo encontramos en el documental, una coproducción italofrancesa entre Yade French Connection, Absolute, Overcom. Y encontramos también a sus amigos, sus obras (de arte y de beneficencia), los amores (homosexuales): las luces. Faltan las sombras.

Más complejo resulta The Gates, dirigida por el italoamericano Antonio Ferrera y por Albert Maysles (que en los 50 fue un pionero del Direct Cinema), que no es un documental sobre la pareja Christo/Jeanne-Claude, sino sobre la génesis de una instalación realizada en New York en 2005. No en cualquier parte, sino en un símbolo: Central Park.

Perseguido durante veinte años, este “río de oro” que discurre por el verde (compuesto de 7500 arcos de metal que sostienen paneles de tejido naranja) ha sido duramente criticado, lo que no supuso nada nuevo para los artistas, acusados de violar la naturaleza, ellos, que empaquetaron un atolón en el Pacífico. Los artistas se defienden con una paradoja, ¿Qué hay de natural en el trozo verde recortado entre los rascacielos de Manhattan, donde todo, incluidos los lagos, ha sido proyectado por el hombre? En esta reflexión sobre la artificialidad de la naturaleza, se encuentra el corazón de una película dialéctica (producida por Maysles Films con capital finlandés, francés, alemán y holandés) que ofrece al espectador los instrumentos para juzgar una obra controvertida.

(Traducción del italiano)