Eva sale, por última vez, de la fábrica: no le han renovado el contrato. Le ha llegado la hora de marcharse. Su destino es Melfi, un pueblo perdido en el interior meridional de Italia, conocido por el gran complejo que posee la FIAT. Allí la acoge Anna, una coetánea que trabaja en la empresa automovilística. Eva entra en un grupillo de mujeres entre las que elige a dos y luego, de entre ellas, a una sola, para convertirse en su sombra: Eva la espía a todas horas y conoce sus costumbres y sus tareas a la perfección. Llega el momento en el que Eva decide que toca enfrentarse a su presa en un cara a cara dramático: un juego del gato y el ratón en el que Eva desempeña los papeles de torturador despiadado y víctima inerme al mismo tiempo. Eva y Anna, al final, son íntimas y libres por fin, pero si Eva ya ha recorrido su camino, el de Anna no ha hecho más que empezar.