Cuba (agosto, 1994). El mundo de Carlos (13) está colapsando. Son los últimos días de las vacaciones. Carlos vive con sus padres y su senil abuela en un abandonado pueblo costero. Este es el último verano que pasara con Elena y Mandy, sus mejores amigos. Los juegos, las amistades, la incertidumbre ante el futuro, el primer amor y descubrir su sexualidad, todo esto marca su relación. Sin embargo, por la situación del país, su adolescencia toma un giro inesperado. El país toca fondo en una profunda crisis económica, social y política. La utopía de un sistema social más justo se desvanece ante la realidad de cada día y el mar del estrecho de Florida es asaltado por miles de balseros cubanos que de manera ilegal intentan llegar a los EUA. Carlos sospecha las intenciones de su padre por abandonar el país. La abuela muere y la posibilidad de huir depende de las relaciones de los padres y él. Carlos se levanta todas las mañanas con miedo de no encontrar más a su padre. Carlos comienza a espiar a los emigrantes que llegan al pueblo con la intención de echarse al mar en precarias embarcaciones. Sus exploraciones cada vez son más osadas, hasta que un día cruza los límites y se junta a un grupo de balseros que celebran intensamente mientras esperan su partida. Comparte una última noche con esas personas y experimenta el dolor de los que parten y la angustia ante lo desconocido. Esa noche tiene sexo con una mujer mucho mayor y pesa sobre él la posibilidad de marcharse. Al amanecer, Carlos regresa a casa. Ahora por primera vez le teme al futuro. Nada volverá ser como antes.