Ambientada en los bateyes (barrios de chabolas levantados junto a las plantaciones de caña de azúcar de la República Dominicana), la película refleja la vida de los cortadores de caña y las condiciones que tienen que soportar. La mayoría de ellos son inmigrantes procedentes de Haití que han huido de la miseria y la violencia de su país en busca de una nueva vida. Ésta, sin embargo, ha resultado ser una forma moderna de esclavitud, tal como lo han denunciado numerosas organizaciones humanitarias. Sin protección del estado, son alojados en barracas sin agua corriente, ni electricidad. Trabajan más de 14 horas al día y son pagados con vales que solo pueden ser canjeados en los negocios de la barraca. Jean-Baptiste y Magdaleine están casados y trabajan en una de estas plantaciones. Tras morir su bebé por inanición, empiezan a pensar seriamente en volver a casa, aun cuando sus respectivas familias fueron asesinadas por el ejército.