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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Vénus noire

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- El director de La escurridiza y de Cuscús vuelve con una película histórica dura y sin concesiones sobre el racismo, presentada en Venecia y que está dando que hablar en la actualidad

Saartjie Baartman, un icono para muchos sudafricanos, deja Ciudad del Cabo en 1810 rumbo a Londres, tras los pasos de su amo, el mercader Pieter Caezar, que la expondrá en una feria ambulante. El público británico cae fascinado ante las deformaciones de la joven, frecuentes en las mujeres de la etnia hotentote, como son la deformación de las nalgas y los labios genitales. Llegada a París, pasa a manos de otro amo, el enigmático domador de osos Réaux. Allí, Saartjie se hace con otro público, compuesto por los selectos salones de la alta sociedad parisina, inspira una obra teatral cómica y atrae la curiosidad de científicos, sobre todo del célebre Georges Cuvier. Cuando pierde su popularidad, se ve obligada a prostituirse, hasta que muere a causa de una pulmonía y un enfermedad venerea. Cuvier disecciona su cuerpo, converva sus órganos y divulga las conclusiones de su estudio, que se contrapone a quienes sostienen la inferioridad de algunas razas.

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Abdellatif Kechiche, que en Venecia ha ganado el León de Oro en 2001 con su ópera prima La Faute à Voltaire y el premio especial del jurado en 2007 con Cuscús [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Hafsia Herzi
ficha de la película
]
, ha presentado en la Sección Oficial 2010 en competición su nuevo trabajo, Venus negra [+lee también:
tráiler
entrevista: Abdellatif Kechiche
ficha de la película
]
, donde narra la vida de esta mujer, cuyos restos han sido devueltos a Sudáfrica y enterradas en su región de origen el día de la mujer en este país, el 9 de agosto de 2002.

Con largas secuencias rodadas en el ya inconfundible estilo del realizador francés, con la cámara al hombro en continuo movimiento y primerísimos planos que se recrean en los rostros de los actores, Venus negra recorre la degradación y la opresión que han inundado la vida del personaje interpretado por Yahima Torres, sin ahorrarse los momentos más escabrosos, que pueden provocar algo de malestar en el espectador.

La historia narrada por Kechiche contiene todas las ambigüedades y detalles de los hecos reales. Saartjie no era una esclava, no estaba obligada por la fuerza a exhibir su cuerpo y fingir ser una peligrosa salvaje. Era más bien víctima de una violencia moral, desde luego no menos tolerable que la física, ella que quería ser artista, que soñaba con poder despuntar un día por su capacidad de cantar, tocar música y bailar.

El racismo de la época colonial, la hipocresía de las clases altas, la falta de honestidad intelectual de los científicos que justificaban la explotación de los africanos, la relación de poder entre el hombre y la mujer y la humillación sexual son símbolos y dejan su lugar a la violencia pura de los ojos de los espectadores y a la complejidad de la relación entre la gente del mundo del espectáculo y el público que los observa. Kechiche ha comentado que en sus inicios como actor sufría por las expectativas que había en torno a él por su condición de árabe, se sentía enjaulado. Precisamente con la salvaje Saartjie. Hoy, como realizador, está enjaulado por la responsabilidad estética de la dirección de la mirada del espectador. Como los hábiles managers de Saartjie, Caezar y Réaux (encarnados respectivamente por Andre Jacobs y Olivier Gourmet), e incluso el científico Cuvier (Francois Marthouret), encargados de dar al público lo que se espera.

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(Traducción del italiano)

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