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EDITORIAL

Europa y sus artistas

por 

El presidente de la Comisión europea José Manuel Durão Barroso, reconoció abiertamente que nuestra era “necesitaba más que nunca el cine europeo, portador de valores europeos; la herencia cultural europea edificada al cabo de siglos de creatividad, migraciones e intercambios, y de todo lo que confluye en el alma europea: la apertura, el respeto del otro y la diversidad”.

Como director, me mantengo fiel a la idea de Roger Planchon de asociar a los artistas con la Europa política y económica de modo que estos se conviertan en “sólidos abogados de la idea europea”.

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El diálogo con los políticos europeos, sobre todo con Androulla Vassiliou, en Cannes el pasado mes de mayo sobre los 20 años del Programa MEDIA, auguraba buenos presagios para que la voz de los directores fuese tenida en consideración. Por desgracia, en los próximos Encuentros Cinematográficos de Dijon (del 20 al 22 de octubre de 2011; leer más) se echará de menos la presencia de políticos europeos tanto de la parte ejecutiva como de la parlamentaria. Como presidente de la ARP, desde aquí hago un nuevo llamamiento a la clase política europea y a los dirigentes de los Estados miembros para que escuchen a los artistas.

No es demasiado tarde para que la política cultural europea se convierta en la punta de lanza de la política común: Europa ha desempeñado un papel fundamental en el nacimiento de la convención internacional de la Unesco sobre la diversidad cultural. Ahora, debe seguir peleando por una cultura más abierta aún, que abrace ideas provenientes tanto de dentro del territorio europeo como de fuera.

Las reglas del mercado, en especial las que conciernen a la promoción de la competencia, no deben ser las reglas que determinen la interpretación de la eficacia de una política pública cultural. Si las ayudas públicas han hecho posible la producción de 1200 películas al año en Europa, hoy en día estas tienen que reforzar y respaldar la circulación de estas películas por todo el continente. En primer lugar, por supuesto, en las salas de cine, pero no nos olvidemos de las plataformas digitales y las cadenas de televisión.

Europa debe poder orgullecerse de disponer, por fin, de medios financieros para los proyectos más ambiciosos de sus cineastas de mayor prestigio; debe ser percibida como una oportunidad y no como una atadura. Algunas fronteras geográficas e ideológicas del pasado han dejado algunas cicatrices. La fuerza del cine es la de franquear los obstáculos que algunos ponen para defender su identidad cultural.

Desarrollar un modelo cultural europeo durable que pueda poco a poco ejercer una influencia fuera de la Unión constituirá el mejor cimiento entre los pueblos europeos.

El arte de vivir y vivir con las artes han de erigirse en los dos pilares por un nuevo pacto europeo.

(Jean-Paul Salomé preside la ARP - Société civile des auteurs, réalisateurs et producteurs).

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